Nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en
1982. Desde 2004 publica cuentos, poemas, ilustraciones… en periódicos de
Chiapas, entre ellos Noticias Voz e
Imagen, Mirada Sur, en las
antologías Cuéntame un blues, Antología de minificciones, Editorial La
Tinta del Silencio (2013), y la antología Poesía
desde la coyuntura: voces para caminar, editado por el Centro Libre de
Experimentación Teatral y Artística (2017); y revistas nacionales, Revista Va de Nuez de Literatura y Arte,
Guadalajara, Jalisco; El Beismán,
Chicago, Il; Poemas en Red, Proyecto Tijuana, y en Revista Enheduanna desde el 2016.
Publicó Valentina y su amigo pegacuandopuedes y La noche de los muertitos malvivientes,
Editorial Imaginoteca, en el 2016; Neurosis
de los bichos, Colección Minitauro, La Tinta del Silencio, 2017.
Participó en el
“Primer Festival de Poesía Voces Contemporáneas rumbo a la Equidad”, Radio
UNAM, Ciudad de México, Editorial Homo Scriptum, Artemisas Producciones, 8 y 9
de marzo de 2013, en D. F; por invitación de Maya Lima en el “3er. Grito de
mujer. Festival de Poesía UAM”, en el Zócalo Capitalino, 9 de Marzo de 2013; en
el “I Encuentro Internacional de Escritores en torno a Paradigmas poéticos y
Narrativos”, Acequia Va de Nuez y Homo Scriptum, 30 de noviembre y primero de
diciembre de 2012, Guadalajara, Jalisco; en el 6º Encuentro Nacional de Literatura,
Al Sur de la Palabra, Conaculta y Colorín
Colorado, febrero de 2012, Séptimo Encuentro Nacional de Literatura “Al
Sur de la Palabra”, 19, 20 y 21 de septiembre de 2013, en San Cristóbal de las
Casas, Chiapas.
Alimentos
exóticos
En un callejón estrecho de Tian’anmen,
Beijing, vimos empalados alacranes retorciéndose, defendiéndose con pinzas y
cola, caballitos de mar, cucarachas, escarabajos… un hombre.
“Para quién lo
ignore, la operación es bien sencilla. Brutalmente sencilla. Con un machete se
puede afilar muy bien, hasta dejarla puntiaguda, completamente puntiaguda. Debe
escogerse un palo resistente, que no se quiebre con el peso de un hombre, de
‘un cristiano’, dice el pueblo. Luego se introduce al hombre, hay que tirarlo
de las piernas, hacia abajo, con vigor para que encaje bien”.
Sí, me acordé del
cuento de José Revueltas, Dios en la
Tierra, cuando vimos la figura humana de tela que unos veganos empalaron
frente a los vendedores de ojitos rasgados, en protesta por el maltrato animal.
Junio
en Arizona
La
muerte te ronda.
Cuídate del alacrán, dijo la adivina
y curandera de San Cayetano y él pensó en su compadre Juan Abarca, “el
ponzoñoso”. Cruzábamos por el desierto de Arizona y murmuró que no lo matarían
las temperaturas altas, sería ese, su compadre.
―¿Qué se trae
conmigo? ―reclamó el Juan Abarca empujándole el hombro, su mochila cayó al
suelo.
―¡Usté me envidia ―reclamó
colocándose la mochila de nuevo, fue cuando el alacrán le enterró su cola en el
pecho y él se revolcó del dolor, íbamos a ayudarlo, pero su compadre gritó: ¡nos
va a agarrar la Migra, apúrense!... Obedecimos. Cuánta razón tenía la adivina.
Bajo
estricto control
Para una industria próspera era necesario
que las obreras fueran estériles. Con sus aparatos atrofiados trabajan como
limpiadoras, nodrizas, almacenadoras, guardianas. Algunas tuvieron como crías
zánganos. Hay una obrera en celo en la colmena, encerrada bajo estricto control
por las otras abejas.
Infiernos
Cuando despertó estaba en el féretro, le
faltaba oxígeno, intentó abrir la caja con todas sus fuerzas. No sintió la
mano, las hormigas la habían despedazado y seguían recorriendo su cuerpo. Se
abrió la caja y el hombre salió, no hubo tiempo de pensar, con un golpe en el
estómago, el verdugo lo recibió. Una vez más cayó, esta vez sobre el suelo.
―Te faltan doce
infiernos ―dijo el verdugo, mientras elevaba en alto su martillo.
Dolor.
Antes
de salir al escenario del Three Forks…
La amó en distintos cuerpos de mujeres por
el sur de Estados Unidos.
Los hombres no
entendieron el adulterio de sus esposas; la fidelidad del bluesman, que de
besar los labios de un fantasma, se agotó; y previo a su último concierto bebió
la botella de whisky, que un marido deshonrado mezcló con estricnina.
En el Three Forks
tocó su guitarra Gibson, en la vibración de las cuerdas escuchamos los orgasmos
que sostuvo con Virginia Travis.
―Virginia, el amor
es limitado, la muerte infinita ―dijo Robert Jhonson esa noche, cuando dejó de
amarla al principio de su muerte.
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