Asmara Gay (Ciudad de México, 1975). Es Maestra en Apreciación y Creación Literaria por el Centro de Cultura Casa
Lamm, donde imparte clases, y es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por
la UNAM. Actualmente tiene a su cargo las coordinaciones de ensayo y cuento de Nocturnario. Revista de Creación Literaria
y es editora de dossier de la revista El
Comité 1973. Ha
obtenido algunos reconocimientos literarios, entre ellos: el primer premio del
I Concurs de Microrelats Negres de La Bòbila y de RBA, en Cataluña, España
(2011); el segundo lugar en el V Certamen Literario José Arrese por el cuento Do not disturb (2010), el segundo lugar
en el Concurso de Poesía realizado por el Centro de Cultura Casa Lamm (2012) y
el tercer lugar en el concurso especial conjunto de Las Historias de Alberto Chimal y Diario de un chico trabajador de Alejandro Carrillo con el cuento “Las
ficciones de Alfredo Fabre” (2010).
Ha publicado en diversos medios impresos y electrónicos: Texto crítico, Periódico de Poesía, Monolito, Realidades
y ficciones, Blanco móvil, El Humo, Ariadna, Los palabristas de
hoy y de siempre, Variopinto, Cinocéfalo, Letras raras, ConFabulario.
Cuaderno de Talleres, el suplemento El Ángel del periódico Reforma, entre otros. Tiene publicado un
libro de cuentos, Elena se mira en el
espejo (Destiempos, 2011), y varios
de sus textos forman parte de algunas antologías, entre ellas Dispara usted o disparo yo (Brevilla,
2017), Sin cita previa (Fussion
Editorial, 2017), Adentro. Antología de
poetas diversos (VersoDestierro, 2012), Homenaje
a García Ponce (IVEC/Conaculta, 2015) y Política,
ética y educación en la antigüedad griega y latina (UNAM/IIFL, 2015).
Además, ha
participado en congresos literarios, fue becaria del Instituto de
Investigaciones Filológicas de la UNAM y reseñista del FCE, y ha prologado algunas obras de autores clásicos como Mark Twain, Edgar
Allan Poe, John Milton, Albert Camus, Gastón Leroux y Virginia Woolf para
Editores Mexicanos Unidos. En la misma editorial pronto aparecerá su traducción
de Las aventuras de Tom Sawyer del
escritor norteamericano Mark Twain en la colección Tinta Viva.
Ella
Al ver que Edgar se encaminaba hacia la
puerta sentí deseos de detenerlo, pero noté que no se dejaría convencer, que no
le importarían mis palabras, de todos modos se iría.
Abrió la puerta.
Allí, de pie, estaba
ella. Un silencio habitó la estancia mientras los tres nos mirábamos.
Edgar tomó
aliento, recogió sus cosas y torpemente bajó las escaleras.
No volteó.
Lo vi alejarse, el
rostro triste; en ese momento se iban por la borda todos los años en que nos
mantuvimos juntos.
Ella vaciló.
Dio unos pasos y
entonces cerró la puerta. Con sus brazos rodeó mi cintura mientras me daba un beso
para sellar de esta manera una nueva etapa en nuestras vidas.
Crick-crack:
sonidos de la madera
Son las doce. Ha vuelto. Camina despacio.
Cruza la sala, el comedor, el cuarto. Parece que tiene pies. Sus pasos, breves,
se escuchan por toda la casa. El crujir de la madera cede a su peso. Aquí está
con su crick-crack, su crick-crack de todas las noches. Ese crick-crack por el
que no duermo, el crick-crack que me espera junto a la cama. El crick-crack que
no existe. “No existe”, me aseguran, “son los sonidos normales de la madera.”
Los sonidos normales me despertaron la primera vez con un ser anormal encima de
mí. Habrá sido un sueño, como dicen, aunque pesaba, y la mirada loca y la risa
frenética. “…sonidos normales de la madera…”. El sonido normal de la madera,
ese crick-crack por el que no duermo, ya está aquí, viene siempre, todas las
noches, a verme y se sube, con su inexistencia, sobre mí.
El
lazo
José piensa que no merece vivir. Se siente
indigno de estar viviendo porque ha hecho mucho daño a quienes quiere. Tiene trece
años y todavía no conoce el amor. Cree que una muerte rápida sería honrosa.
Toma un lazo que está en la cocina y se dirige al jardín. Busca una rama larga
y anuda el lazo. Coloca un banquito debajo. Entra en la casa. Luego sale. Trae
a su hermano de ocho años amarrado. Lo sube al banco. Le coloca el lazo en el
cuello y de una patada aleja el banco. Su hermano queda colgando con los ojos
abiertos y suplicantes.
José piensa que no
merece vivir porque ha hecho mucho daño a quienes quiere.
Laura[1]
Laura tira su libro. No soporta la historia: Marisa —cuyo papá, un cura, la
viola cuando sucumbía su infancia— ultima su vida arrojando su figura por una
cúpula parroquial, oculta invitada al indigno coito, ambición malhadada.
Laura tira su libro. Así no ocurrió, musita, y narra su propia historia.
Regreso
a Ítaca
Toda la noche Laura había estado despierta
mientras pensaba en sus últimas horas; unas horas de largos recuerdos, de
fracasos, de miedos, de lenta agonía. Sus sueños, los pocos que había cumplido
y los muchos que se habían perdido y que le atravesaban el alma y el corazón,
desfilaban ante sus ojos como se desfila ante un abismo. Sus sueños… nada
importaba ahora, pues ya ni siquiera existía para el mundo. Era ―y lo sabía―
una confusa bruma a punto de regresar a la oscuridad de Ítaca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario