Sergio Golwarz (1906-1974). Pseudónimo de
Segismundo David Goldschwartz. Nació en Ginebra, Suiza. Vivió durante su infancia
y juventud en Buenos Aires, Argentina. Estableció su residencia en México,
donde ejerció el periodismo cultural, la creación literaria y la interpretación
musical. Fue violista profesional y grabó varios títulos para casas disqueras
como Musart, Orfeón y Columbia. Emprendió estudios de audio y acústica y
divulgó descubrimientos importantes sobre el uso y la colocación de micrófonos
para las transmisiones musicales. Publicó ensayos, cuentos, minificciones, novelas,
teatro y numerosos aforismos. Ensayo
sobre lo bello (1924), El hombre del sombrero feliz (1959), La máscara de la risa (1963), Cuentos para idiotas (1967 y 1969) e Infundios
ejemplares (1969) son algunas de
sus obras. Murió en la Ciudad de México.
Los
talmudistas
Por el año de
1421 llegó a Toledo un pequeño filósofo, cuya principal diversión consistía en
decir cosas tan inofensivas como, por ejemplo, que Dios, para tener un hijo, se
había visto obligado a recurrir a la ayuda del Espíritu Santo. También era muy
dado a ciertos joviales razonamientos que tenían un vago sabor talmúdico. Una
de sus especulaciones favoritas era ésta: “No es posible que Dios sea feliz
existiendo el pecado. Si Dios no es feliz, no es perfecto; Si Dios no es
perfecto, no es Dios; si Dios no es Dios, Dios no existe.”
Tanto
insistió en mostrarse ingenioso, que el 20 de diciembre de 1491, como premio a
su agudeza, fue condenado a la hoguera, por otros que tenían tanto ingenio como
él, pero no lo prodigaban.
Antes
de enviarlo a que sus huesos se calcinaran, para no darle tormento como
aperitivo, lo instaron a desdecirse de su comprometedora conclusión. No tuvo
ningún inconveniente; al contrario. Se prestó a ello de buen grado, y aseguró
que creía a pie juntillas en el Hacedor. Pero no estuvo de acuerdo con la
sentencia que se le había impuesto. “Si Dios es omnisciente —alegó—, conoce el
porvenir; si conoce el porvenir, todo está previsto; si todo está previsto, el
pecado no depende del hombre; si el pecado no depende del hombre, no hay
pecadores; si no hay pecadores, todos somos justos; si todos somos justos, no
merezco la hoguera”.
“Dices
bien —le contestó un miembro del Santo Oficio, que modesta y previsoramente
encapuchaba su ciencia—, pero la última parte de tu razonamiento no es la
correcta. Debe ser así: si todos somos
justos, todos iremos al cielo; y si todos iremos al cielo, ¿para qué
preocuparse?”
Escribe
Esteban, el apócrifo, en su Syntesis
theologicae fundamentalis (1492), que el razonador ardió como una rama
seca. Añade el apócrifo que, poco después, el modesto encapuchado también ardió
sin contratiempos: razonaba con demasiada perfección y mucho estilo talmúdico.
La
venganza de Cide Hamete Benengeli
Cide Hamete
Benengeli, posible autor del Quijote,
para vengarse de que Cervantes —en una broma falaz e infamante— le reconociera
la paternidad de sólo una parte de la obra, demostró que era capaz de crear
otro Quijote —quizá muchos otros Quijotes—; pero omitió un detalle para
que su venganza fuera perfecta y mayor su confusión: atribuírselo a Cervantes
en vez de disfrazarse con el nombre de Avellaneda.
Pero no faltó quien sospechara que
Avellaneda, el autor del segundo Quijote de
Cide Hamete Benengeli, era también Cervantes.
Controversia
La Infinita
Sabiduría y la Infinita Ignorancia, que vivían desconociéndose desdeñosamente,
fueron obligadas a enfrentarse por los mediocres —que esperaban gozarse con
ellas—, para que dirimieran sus diferencias sobre lo trascendental.
Nunca
se supo el resultado de tan curioso duelo, porque ambos usaron el silencio como
único argumento.
Dos
opiniones
—Yo conozco toda
su vida.
—Yo conozco toda
su muerte.
—Yo sé cómo
vivió.
—Yo sé cómo
murió.
—Sólo la vida es
válida.
—Sólo la muerte
es verdadera.
Gotas tóxicas*
Cuando escribo
en serio me da risa, igual que a los lectores.
**
El que un
escritor no mencione jamás a otro en sus obras, puede ser indicio de gran
independencia, pero también de gran ignorancia.
**
¡Qué trabajo le
costó a ese poeta lograr que su poema careciera de significado alguno!
**
Apenas un
literato despierta nuestra admiración, comenzamos a robarle ideas.
**
El verdadero
héroe de algunas obras literarias es el lector que las aguanta.
**
Todos escribimos
buscando la aprobación de dos o tres admirables talentos, que no nos leen ni
por casualidad.
**
Existen palabras
que son frases hechas.
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Hay algo tan
inútil como escribir versos: no escribirlos.
*Sergio Golwarz,
Gotas tóxicas. (Aforismos y
minificciones), selección y prólogo de Hiram Barrios, México: Cuadrivio
Ediciones, 2015 [e-book: www.cuadrivio.com]
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