sábado, 28 de febrero de 2015

Abraham Truxillo



Abraham Truxillo (Acapulco, Guerrero,1983). Es autor del poemario Postales del ventrílocuo (Ediciones Sin Nombre, 2011). Su obra ha aparecido en medios impresos y electrónicos como La Jornada Semanal, Casa del Tiempo, Tierra Adentro, Periódico de Poesía, Punto de partida, Cultura Colectiva, entre otros. Es profesor de español como segunda lengua.



La bala de cañón

La bala de cañón es perfecta y desafía todos los órdenes conocidos. Su forma es garantía de justicia: no tiene adelante ni atrás, no tiene arriba ni abajo, no tiene un lado más grande que el otro, no tiene la belleza en el interior ni en el exterior. Su belleza está en la armonía de sus entrañas, en el equilibrio rotundo de su ser.
Alegoría del justo medio, la bala de cañón es noble en todos sus átomos de plomo. En gracia y altivez no tiene comparación. Ostenta siempre un color negro alegría que la vuelve inconfundible.
Sin embargo, a pesar de su equilibrio y perfección, la bala de cañón está condenada a perder la dirección de sus pasos. Su única posibilidad es la tragedia. Debe someterse a voluntades ajenas y malignas que la guiarán de manera inexorable. La bala de cañón aguarda toda su vida para la brevedad de un estruendo, y lo asume con una rigidez que no admite pero ni vacilación. Cuando llega la hora la bala de cañón cumple con estoicismo su destino, sólo para ser olvidada, o para vivir en la memoria triste de aquellos que la recordarán con rencor. Por eso no puede esconder nunca la pesadez de su existencia.
La bala de cañón acepta su fortuna, pero su causa no ha sido la de aquellos que la controlan. En el instante último desafía una vez más todo conocimiento y toda ley, y cumple su  causa más íntima. Se eleva con todo su ser de plomo, abandona la superficie que la ata, y logra la maravilla del vuelo.
Muere de una sola palabra, libre como nunca antes, pero cierta que no conseguirá la redención.


El Hombre Elefante

El Hombre Elefante duerme siempre en la misma posición: fetal sobre la izquierda. Con el doblez de anca exacto para que no se le muelan los intestinos por las rocas óseas de la cadera ni se le trituren los pulmones con las patatas de calcio en las costillas o se le rompa el cuello a causa del meteorito que tiene por cabeza.
Entonces, durante la noche, el Hombre Elefante sueña que es un triángulo, luego un cuadrado, un pentágono y un círculo. Sueña que es una forma definida. Y en la última curva del alba, el Hombre Elefante sueña que es un elefante. Con cinco miembros y una cola adicional. Que camina entre animales bellos, idénticos a él. Lejos de los hombres.


Circe

A mitad de la tormenta, encontró que su yate no tenía mástil y se amarró al timón en el peor ángulo del Triángulo de Las Bermudas. Amigos empresarios le habían contado sobre un lugar de placeres exquisitos para acaudalados. Un rincón del Caribe con auténticas sirenas de pechos a la medida, exclusivo para las embarcaciones privadas que pudieran llegar. El telescopio de su imaginación había hecho zoom sobre el lugar carnal. Se vio en un paraíso de elíxires embriagantes, rodeado por criaturas hermosas y dispuestas.
Pero la fortuna le había deparado otros derroteros. La tormenta lo sacudió como a un barco de papiro. Luego de naufragar se encontró en una playa con seres perversos que rodearon su cuello y sus manos con grilletes. Marcaron su espalda con un cauterio. Lo sometieron a torturas y tratos denigrantes.
Más tarde, cuando Circe apareció con el bisturí,  él rogó en vano a sus dioses que lo salvaran del destino ominoso.
Su familia recibió dos semanas después un sobre con tres dedos y una nota de rescate. El dinero se pagó muy cerca del lugar adonde se dirigía cuando los elementos lo perdieron. Él aún sueña con la isla prodigiosa.
           

Lamento de la sardina

Formo parte de un grupo nutrimental de frenéticos individuos, condenados a la huida perpetua. En cardumen somos el héroe que sostiene el hambre del océano. Nuestra vida es una convulsa coreografía frente el acoso de los depredadores locales y visitantes, el espacio donde hasta los enemigos tradicionales chocan aletas. El león marino y el gran blanco se regodean, la orca ríe, el pez martillo cede el paso, el hombre pone salidas secretas a sus redes para el delfín.
Mis hermanos no maldicen su existencia y se alimentan como yo del dios plancton que sobreabunda. Pero tire usted una pedrada a la pescadería y sin duda cenará a uno de mis parientes.
Es cierto que gozamos del bien supremo de ser parte de la onda, segunda naturaleza del agua, vuelo que se antoja propulsión inexplicable. Somos la piel más sensible del mar. Corriente en la corriente. Sin embargo, yo no quiero el destino que se me ha asignado. ¡Desde mi pequeñez, maldigo a los faraones de la pirámide alimenticia!
Mis hermanos afirman para consolarme que la foca y la ballena nos veneran antes del banquete, que somos dioses de los otros. Pero esto yo no lo creo.


Celacanto

Acostumbrados sólo a las fotografías que calcan los milenios en las losas y lajas del mar, los paleontólogos no estuvieron listos para la aparición del celacanto.
            Después de que se creyera un animal en plenitud de extinción, ajeno al hombre y a sus eras, Leonard Brierley Smith —ictiólogo, químico y profesor universitario—  rescató al celacanto de los dominios de los cazadores de huesos y nostálgicos de la biología.
            El celacanto no solamente estaba vivo, sino que también coleaba y nos permitía asomarnos a su ser moderno y su naturaleza de anticuario. Ahora podría brillar como la estrella más vieja de la fauna. Para bochorno de la comunidad científica, el celacanto resultó ser un animal bien conocido en el sur de África, poseedor de un nombre que la historia no registra.
            Extraordinario evento el de un animal que regresa para contradecir esa muerte superior que es la muerte de una especie: ¡extraordinario!, pero no carente de infortunio. Con el descubrimiento del celacanto, Sir. Wallace Rogers, el afamado científico de Oxford que había realizado los primeros descubrimientos fósiles del pez, lamentó largo tiempo y en fallido secreto la revelación de su mascota intelectual.

Contacto: abrahamtrjll@gmail.com

3 comentarios:

Coty Lupis dijo...

Estupendo!!!!, como todo lo que usted escribe. En horabuena maestro, le deseo muchos éxitos más, que gusto da saber que aún hay escritores en estos tiempos y más aún cuando dicho escritor es tan joven como usted. Saludos y bendiciones para usted.

Learsi dijo...

Exquisitos poemas. Enhorabuena

Yadis dijo...

Magicos! un gran placer leerlos. felicidades.