González de la Cruz Amador
o Amador González de la Cruz trabaja en el Instituto Tecnológico de Ciudad
Victoria. Es un apasionado del campismo e instructor del Agrupamiento Deportivo
Cóndor. Participa en el taller de José Luis Velarde desde el 2011.
La esquina
Los cuerpos semidesnudos
llegan a compartir la banqueta, la penumbra deja ver siluetas; mujeres,
hombres, mujeres en cuerpos de hombres, la nicotina y el humo de los escapes se
confunden.
Placer, fantasías, mercado
de carne viva, trajes, camionetas o a pie no importa el color de piel solo el
oro la plata es el lenguaje.
Me abstrae de este espacio
el reflejo de la luna y el cielo estrellado frente a mí, en un charco sobre el
asfalto.
Gritos, discusiones,
golpes. Un disparo acalla todo sonido, la esquina se vacía, un cuerpo se
derrumba, el reflejo del cielo queda rojizo.
Es humano, es civilizado;
mejor reviso la basura, ya me dio hambre.
La habitación
Frente a la cruz que
posa como guardián en la cabecera de la cama susurra una plegaria Mariela.
Busca en la cruz alguna
respuesta, una melodía invade la habitación, un gorrión se posa en el marco de
la ventana. Trata de tocarlo. El canto se transforma en graznido. Las plumas
cambian al negro; es ahora un cuervo que emprende su vuelo. Obscurece en la
habitación.
La mirada de Mariela
regresa a la cruz, para descubrir su cuerpo en la cama pálido, frio; solo
murmura: ya maté mi cuerpo, ¿ahora qué hago con mi alma?
Nostalgia
Recuerdo la niñez, los
juegos de los amigos, el compartir por compartir. Casi huelo las tortillas
hechas a mano de la abuela, los coscorrones del abuelo al nombrar a otro equipo
que no fuera el suyo. Mi madre tratando de acomodarme el pelo para ir a la
iglesia; mi padre. A él lo recuerdo más, aunque fue poco el tiempo que conviví
con él. Recuerdo su partida esa mañana; me hacen falta sus consejos, de
haberlos seguido no estaría sentado en esta caverna de concreto.
La espera
El sol roba las sombras y
deja ver un nuevo día, el aroma del café se siente, me invade la nostalgia,
recuerdos del hogar, la familia; trato de ponerme de pie, esta banca en la
central de camiones es muy dura, prefiero quedarme abajo de los puentes. Son
más tranquilos. No sé porqué hoy es diferente, quizá hoy Marta descienda del
camión.
Fiel amante
Sus cuerpos se unían entre
sabanas blancas de seda suave, leves quejidos ahogaban el silencio. De un golpe
lo hacen despertar; el cuarto, la cama, la mujer, se esfuman entre neblina.
Al abrir los ojos
contempla a un hombre de uniforme azul.
—Hey, hey mugroso. Aquí no
se puede dormir.
El hombre de harapos y
cara barbuda se levanta murmurando.
—Es temprano. Volveré más
tarde a soñar contigo Marisol.
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