Carlos Monsiváis nació 4 de mayo de 1938 en la ciudad de México. Cronista, narrador, articulista, ensayista y
coleccionista de todo tipo de objetos y manifestaciones de la cultura popular. Colaboró
en los más importantes suplementos culturales y revistas. Cursó estudios en la
Facultad de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) y fue becario del Centro Mexicano de
Escritores, así como del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad
de Harvard. Escribió y disertó sobre todos los temas posibles. Desde cine y
política a literatura, telenovelas, arte, personajes populares y sobre la
idiosincrasia del mexicano. Su estilo sarcástico y ácido retrata los fenómenos
sociales en forma de denuncia. Muchos de sus escritos se han publicado en
periódicos y recopilado en libros, como Principios
y potestades (1969), Días de guardar
(1971), Amor perdido (1976), Entrada libre, crónicas de la sociedad que
se organiza (1987); Escenas de pudor
y liviandad (1988), Los rituales del
caos (1995) y Nuevo catecismo de
indios remisos (1982). Una de sus últimas obras fue el libro Apocalipstick (2009), un conjunto de
crónicas alrededor de las múltiples ciudades y mentalidades que son la Ciudad
de México. Además escribía regularmente en el diario El Universal y la columna "Por mi madre, bohemios" en la
revista Proceso. Como
coleccionista reunió unos 12.000 carteles, fotos, miniaturas, juguetes,
alcancías, calendarios y otros objetos populares que pasaron a formar parte del
acervo del Museo del Estanquillo creado para ese fin en Ciudad de México. Doctor
honoris causa por varias universidades, Premio Nacional de Periodismo en 1978,
Premio Villaurrutia y ganador del Premio Anagrama de Ensayo por Aires de familia
en 2010.
De una antología mínima de humor negro
I
—Y fuera de esto, señora Lincoln, ¿disfrutó
usted de la pieza?
II
Un letrero sobre una silla eléctrica: “Usted
puede estar seguro. Es Westinghouse.”
III
Mi personaje inolvidable: José de León Toral.
Por Álvaro Obregón.
IV
—¿Te das cuenta, Jorge, que se supone que
esta casa que alquilamos está habitada por un fantasma que regresa cada año en
esta fecha a la medianoche para practicar un sacrificio humano?… ¡Jorge! ¡Jorge!
V
Y luego, había el niño de nueve años que mató
a sus padres y le pidió al juez clemencia porque él era un huérfano.
Textos publicados en El Cuento,
revista de imaginación
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