Nació en Puebla, en 1958. Como autor ha publicado artículos y
ensayos en revistas nacionales e internacionales (un par de sus ensayos
han sido traducidos al inglés y al hindú y recientemente uno de sus poemas ha
sido publicado en italiano) además de tres libros de cuentos (El mar azul de sus ondulaciones, Para leer la tarde, Los hombres de maíz y otras historias), una novela (Ciudad de otros) y un libro de texto
sobre Redacción que ha vendido más de ocho mil ejemplares. También tiene en
imprenta una nueva antología de cuentos: Eros
desarmado. Fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes 1998
y ha obtenido reconocimientos en varios concursos de cuento a nivel nacional.
También aparece en diversas antologías del género [1].
Para leer la tarde
Anclado a la mecedora de las tardevelas, miro más allá de los
cañaverales al reloj, desde la ventana de verdeplanta. Adormecido por la
Amnesia Tropical he intentado leer la tarde; pero es un acto doloroso porque
las acuosolabras se escapaban entre los dedos y no puedo guardarlas en una red
de pescadores. También es doloroso el parto de escribir, como lo es igualmente
el tener recuerdos que se clavan, afilados hasta la empuñadura. Pero me he
empeñado en leer el crepúsculo mientras la quilla de una nave marinera va
arando el mar labrantío cual hortaliza de algas y de océano; aunque el cerebro
me reviente en luces de arrullococos como en ese tiempo cuando oí,
insistentemente en mi cabeza, el gritofuria de la naturaleza que convirtió el
horizonte en una ola-lontananza, enorme como el monstruo de Loch Ness. Y
aprendí entonces que dejando deslizarse las ideas, podía sentir una nueva forma
de abecedario naciendo de las olas y las hojas largas y pulidas de los árboles
de plátano en los platanales. La furiagrande de la naturaleza soplaba un
insistente nombre que no entendí, hasta que alguien viviendo del palidoópalo
del río me dijo que era inglés: “Candie Banana Chewing Gum Corporation”. Era un
parásito chupasangre como los mosquitos. Aunque puedo decir en su descargo que
la hermosa rubiateñida que trajo consigo tenía unos jugosos pezones sonrosados,
como flores comestibles. Y sus labios eran ciruela-rábanos que lo mismo
entonaban monísimo “darling” que escupían picantes cebollas en el Preludio en
Do Mayor de un par de senos en la sinfonía de los pepinos. Bueno, esa es la
historia de la güerita, pero la naturaleza no sólo habla ironías en su demencia
vegetal, arma también de arsenales mortíferos cada agujero y cada púa que los
hombres le embuten en escarnio a la orgullosa tierra de caparazones orugando.
Lo saben los autóctonos que cosechan siembras mientras la rasquen con cariño y
no le quieran hacer permanente tintepelo. Pero la CBCGC (Candie Banana
etcétera) machacó los pinorobles en tabletas tablas, para hacer tabletas
refrescantes del aliento con chicle natural combinado con plastiquímicos
imitativos, lo mismo del azúcar que de la savia de la sabia naturaleza
fotosintética que no requiere de sintéticos. Más leer la tarde me pone triste y
ansioso por terminar la lectura, antes de que el “close up” nativo del ocaso me
deje a oscuras recordando ensueños. Y he aquí el texto descifrado: el
crepúsculo escribió “muerte” con faltante ortografía y escupió con toneladas de
agua la Banana Corporation. [2]
El juicio
El juicio se internó por un inexplorado territorio dialéctico de
argumentos y contraargumentos, de criterios y anticriterios, donde los códigos
morales fueron anatemizados acaloradamente por unos y defendidos con furia por
otros. Todos se creían poseedores de la verdad, de modo que poco era de
extrañar que el debate desembocara en una ardorosa confusión. Así, llegado el
momento del veredicto, nadie supo quién era más culpable: el maniático que
ocultaba su impudicia debajo de la gabardina, o el juez, que exhibía llanamente
su pudor… [3]
Los dichos del Petrakuende
Una de las ventajas del texto oral es que lo puedes seguir practicando
en la vejez
Me encanta tener texto con más de dos…
Practiquemos texto salvaje hasta alcanzar el sarcasmo.
Desistí del amor platónico cuando conocí el amor textual.
Hay mujeres temerarias que practican el texto oral sin protección…
Las librerías, ¿son sitios de explotación y comercio textual?
Quisiera ser un hombre con más potencia textual…
La inactividad textual es peligrosa: produce olvido.
El primer amor te elige a ti, el último casi siempre lo eliges tú.
Mi fantasía textual es que me comas y punto…
Soy un maniático textual: no me resisto a jugar con la lengua.
Mi vida textual está llena de paréntesis, interrogaciones, tildes y
guiones bajos…a veces es sólo puntos suspensivos…
Mi deseo más poético es satisfacerte textualmente todas las noches…
Cachondo es mojar la pluma. Perverso es chuparse la gallina entera.
Me declaro abiertamente heterotextual: disfruto del texto con diversos
géneros…
No porque se inflame el textículo habrá de convertirse en novela.
Si usas la lengua practica el texto seguro. Interrogaciones y
exclamaciones incluyen 69 obligatorio. ¡Ábrelas y ciérralas!: ¿? ¡!
[1] Semblanza. Cortesía del propio
Günter Petrak.
[2] Revista El Cuento No. 103 –
104, Julio – Diciembre 1987.
[3] Revista El Cuento No. 125,
Enero-Marzo 1993.
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