sábado, 15 de noviembre de 2014

Carlo Antonio Castro (1926 - 2010)


Carlo Antonio Castro (Santa Ana, El Salvador, 18 julio 1926 – Xalapa, Ver., 11 de abril de 2010), etnólogo, antropólogo, poeta, lingüista, cronista, traductor, novelista. Tuvo acceso a los libros desde temprana edad. Hijo de padre demócrata y luchador social, estuvo en contacto con Augusto C. Sandino en su infancia. Cuando Llegó a Xalapa en febrero de 1958 a invitación directa del entonces rector y eminente antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán, Carlo Antonio ya era poseedor de una vasta experiencia en el mundo lingüístico y etnológico. Durante cincuenta años de ardua labor como maestro de la facultad de antropología de la universidad Veracruzana, escribió numeroso libros y artículos, formó varias generaciones de antropólogos, y recibió el doctorado Honoris Causa, Sin embargo, reconoce que en la poesía se “ha encontrado” y que la poesía se convirtió en su “morada intelectual”.  



Variaciones sobre el mayordomo

Misterio
Al concluir la novela policiaca supo el lector que el suicida era el mayordomo.

Espejo
En la última página, el autor se dio cuenta de que el mayordomo era él mismo.

Asesoría
Leída la novela policiaca sin que apareciera el criminal, el acaudalado lector pidió a su mayordomo que le aclarara el misterio

Cambio de piel
El aficionado llamó al mayordomo para que le diera la clave de la novela policiaca. Este no se presentó. ¡Había renunciado a la literatura!

Al pie de la letra
El mayordomo aprovechó el sueño del lector de la rara novela policiaca para desprender, cuidadosamente, el último capítulo del único ejemplar asequible. Su inocencia quedó asegurada por un lapso prudencial.


Puerto aéreo

Ella y yo nos deseábamos de tiempo atrás, sin habernos conocido nunca a causa de la distancia.
     Recibí su telegrama, confuso, casi ilegible: “Llegaré vuelo número, 0 número, 0 número…”
         Desde temprano estuve en la inaguantable sala de espera. Diversas rutas concluidas, a través del día, hasta ensombrecerse la noche:
         ¡Cuántos saludos ajenos y afectos indiferentes!
        Cansado, me retiré. Un taxi me llevó al hotel. Me tendí sobre el lecho, sin vestir aquel pijama juvenil, recién adquirido, que no quise ajar. Vino el sueño…
       Ella abrió la puerta, suavemente. Se desnudó en silencio. Aproximóse a mi cuerpo, estrechándolo anhelante entre sus brazos.
         Mas yo no estaba allí, sino en el aeropuerto.


Deidad

Yo soy el uno. Yo soy uno. Soy uno. Me multiplico por mí mismo y me produzco: ¡UNO! De nuevo me multiplico por uno y doy lugar al viejo uno. Lo hago de antiguo: 1 x 1 = 1. Llevo eternamente la cruz de mi igualdad, antes, hoy, mañana, mente eterna, compleja simplicidad… ¡Merde! ¡Un pendejo matemático dirá que todo esto es fantasía pura, puro cuento, impropiedad del uno!


Parodia siniestra

Nihil (Novum sub solem) obstat: Titus Mons Roseus.

Cuando Nicaragua despertó, Somoza todavía estaba allí.


Amibiasis

Cuando —ávido de información, temeroso— hubo leído de cabo a rabo la sesuda obra alemana, Las Amibas, de dos mil quinientas páginas, el paciente lector ya no tenía remedio: Aquellos impacientes protozoarios, espíritu de contradicción, ¡lo habían desleído!

Textos tomados de El Cuento, revista de imaginación:  http://minisdelcuento.wordpress.com/category/carlo-antonio-castro/

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