Carlo Antonio Castro (Santa
Ana, El Salvador, 18 julio 1926 – Xalapa, Ver., 11 de abril de 2010), etnólogo,
antropólogo, poeta, lingüista, cronista, traductor, novelista. Tuvo acceso a
los libros desde temprana edad. Hijo de padre demócrata y luchador social, estuvo
en contacto con Augusto C. Sandino en su infancia. Cuando Llegó a Xalapa en
febrero de 1958 a invitación directa del entonces rector y eminente antropólogo
Gonzalo Aguirre Beltrán, Carlo Antonio ya era poseedor de una vasta experiencia
en el mundo lingüístico y etnológico. Durante cincuenta años de ardua labor
como maestro de la facultad de antropología de la universidad Veracruzana,
escribió numeroso libros y artículos, formó varias generaciones de
antropólogos, y recibió el doctorado Honoris Causa, Sin embargo, reconoce que
en la poesía se “ha encontrado” y que la poesía se convirtió en su “morada
intelectual”.
Variaciones sobre el
mayordomo
Misterio
Al concluir la novela
policiaca supo el lector que el suicida era el mayordomo.
Espejo
En la última página, el
autor se dio cuenta de que el mayordomo era él mismo.
Asesoría
Leída la novela policiaca
sin que apareciera el criminal, el acaudalado lector pidió a su mayordomo que
le aclarara el misterio
Cambio de piel
El aficionado llamó al
mayordomo para que le diera la clave de la novela policiaca. Este no se
presentó. ¡Había renunciado a la literatura!
Al pie de la letra
El mayordomo aprovechó el
sueño del lector de la rara novela policiaca para desprender, cuidadosamente,
el último capítulo del único ejemplar asequible. Su inocencia quedó asegurada
por un lapso prudencial.
Puerto aéreo
Ella y yo nos deseábamos
de tiempo atrás, sin habernos conocido nunca a causa de la distancia.
Recibí
su telegrama, confuso, casi ilegible: “Llegaré vuelo número, 0 número, 0
número…”
Desde temprano estuve en la inaguantable sala de espera. Diversas
rutas concluidas, a través del día, hasta ensombrecerse la noche:
¡Cuántos saludos ajenos y afectos indiferentes!
Cansado, me retiré. Un taxi me llevó al hotel. Me tendí sobre el lecho,
sin vestir aquel pijama juvenil, recién adquirido, que no quise ajar. Vino el
sueño…
Ella abrió la puerta, suavemente. Se desnudó en silencio. Aproximóse a mi
cuerpo, estrechándolo anhelante entre sus brazos.
Mas yo no estaba allí, sino en el aeropuerto.
Deidad
Yo soy el uno. Yo soy uno.
Soy uno. Me multiplico por mí mismo y me produzco: ¡UNO! De nuevo me multiplico
por uno y doy lugar al viejo uno. Lo hago de antiguo: 1 x 1 = 1. Llevo
eternamente la cruz de mi igualdad, antes, hoy, mañana, mente eterna, compleja
simplicidad… ¡Merde! ¡Un pendejo matemático dirá que todo esto es fantasía
pura, puro cuento, impropiedad del uno!
Parodia siniestra
Nihil (Novum sub solem) obstat: Titus Mons Roseus.
Cuando Nicaragua despertó,
Somoza todavía estaba allí.
Amibiasis
Cuando —ávido de
información, temeroso— hubo leído de cabo a rabo la sesuda obra alemana, Las
Amibas, de dos mil quinientas páginas, el paciente lector ya no tenía remedio:
Aquellos impacientes protozoarios, espíritu de contradicción, ¡lo habían
desleído!
Textos tomados de El
Cuento, revista de imaginación: http://minisdelcuento.wordpress.com/category/carlo-antonio-castro/
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