Isis Estrada. Terapeuta, coreógrafa y
escritora, cuenta con más de 20 años de experiencia profesional en los ámbitos
de la danza, el teatro y la literatura.
Cursó licenciatura en danza en University of Minnesota, de los
Estados Unidos de América, y maestría en Psicología Clínica, avalada por
la Universidad Antonio de Nebrija de España. Desde edad temprana publica poemas
y cuentos en diversos periódicos de su natal Acapulco, Gro. Recibe el premio
"Many Voices Award" del Centro de Dramaturgos de Minnesota, E.U.A.
(1996) y una mención al mérito en el Primer Concurso Internacional de
Poesía Lincoln-Martí, de Miami, E.U.A. (2002).
En la Universidad
Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, impartió talleres de creación literaria y
co-dirigió la revista cultural Espíritu
Universitario (2006-2008) .
Libros: Poemas residuales, Crónicas índigo, Poemas
fugitivos, así como dos obras de teatro: Frida: coreodrama holista y Macehualli. Actualmente se dedica a la práctica psicoterapéutica en su consultorio
privado, así como a concretar diversos proyectos literarios.
Corazón-Curazón
Para Angelina fue muy difícil retomar su vida
con normalidad después de que le hicieran trizas el corazón. Cuando se
ejercitaba, los pedazos de corazón reaccionaban de manera distinta y unos se
cansaban primero más que otros. Cuando miraba una película de terror, los
trozos cardiacos rebotaban entre sí de forma incontrolada. Y, si se ponía
nerviosa, los cachitos le repercutían como parte de una marimba desquiciante.
Pero su molestia visceral encontró cura al conocer a Pedro —a quien, por
cierto, también le habían hecho añicos el corazón. En el momento del primer
abrazo, ambos sintieron cómo sus trocitos de corazón se iban relajando,
reconociendo, fundiendo entre sí, y formando un nuevo corazón, quizás más
precavido y temeroso, pero corazón latiendo entero otra vez, por fin.
Libertades líquidas
Hace unos días, nomás por variar, me
tomé unas libertades. Algunas me las bebí de golpe, pero otras, las fui
saboreando sorbo a sorbo. Una vez saciada mi sed de albedrío, sentí que de mi
cuerpo surgían espontáneos los gestos, que de mi boca escapaban palabras
irrefrenables, y que mi mente formulaba ideas indómitas. Libertad embotellada,
denominación de origen, se leía en la etiqueta. Y aquél bar hervía de
acróbatas, locos, poetas y pájaros, mientras afuera, la muchedumbre —seca de la
garganta hasta el tuétano— se agolpaba en la vidriera para mirar azorada el
espectáculo.
Tiempo
José malgastó tanto su tiempo que se quedó
sin nada. Desde entonces, su vida se convirtió en una foto fija: árboles que no
marchitan sus ramas, ríos inertes, pájaros suspendidos fijos en el aire. Ya no
envejece ni él ni nada, pero se muere todo, poco a poco e inmóvil, de tedio.
Angustia
Paolo abrió los ojos, y le sorprendió no
sentir, por primera vez en muchos años, angustia. Parecía increíble que,
después de tantos doctores y psicólogos, después de tanto dinero invertido
buscando una cura para su ansiedad, hubiera logrado desprenderse de ella
así, de una forma inesperada y gratuita. Cero angustia, cero miedo irracional;
nada, nada sino una inexplicable calma.
Se levantó de la cama, y algo le hizo voltear a mirar las sábanas. Pero no
sintió nada, estaba bien curado de espanto cuando descubrió su propio rostro —mirándole desde su cadáver de mirada fija—, con la angustia desfigurándole la
cara.
La llamada
Sonó el teléfono, y Adán despertó
sobresaltado. A las cinco de la mañana sólo podían ser dos cosas: una
emergencia o número equivocado. “¿Aló?” preguntó temiendo lo peor. Después de
un breve silencio, un borrachín le contestó encrespado: “Dígame de inmediato su
edad, señor, para saber si llegando a casa tengo que echarle pleito a mi hija, a mi esposa, o a mi madre.”
Adán colgó sin sacar
de su error al embriagado. Después de todo, quién le manda equivocarse de
número a esas horas de la madrugada.
Página web: Isis Estrada, escritora y coreógrafa.
1 comentario:
Muy buenos cuentos. Gracias.
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