sábado, 1 de agosto de 2020

Juan Manuel Valero Charvel



Juan Manuel Valero Charvel nació en la Ciudad de México, el 24 de abril de 1949. Profesor, periodista, divulgador de la ciencia y escribidor. Se hizo divulgador de la ciencia en la revista Información Científica y Tecnológica, la cual dirigió entre 1984 y 1989. Esa publicación ganó en 1986 el Premio Nacional de Periodismo Científico. Es autor del libro de cuentos La rata de la Merced y otras pequeñas atrocidades (ADN Editores, 1993). El libro obtuvo mención en el premio Casa de las Américas, Cuba, 1984. Es autor del libro de minificciones Rojo fugaz, inédito. Es coautor del libro Voces y ecos del 68 (Editorial Porrúa, 2009). Es coautor de la antología Minificcionistas de El Cuento (Ficticia, 2014). Actualmente, produce la serie radiofónica semanal de literatura En su tinta. Y dirige el Taller de Literatura del Instituto de Energías Renovables, de la UNAM.



Fiesta sorpresa

Ayer mi casa era una fiesta. Mis papás invitaron a todo mundo: llegaron parientes, amigos y vecinos, todos muy bien disfrazados. Hubo abrazos, café y coca colas. Mi tía Lola recitó algunos versos de Horacio Quiroga, una prima lejana fingió un desmayo, yo estrené pantalón largo y nadie me mandó a la cama temprano. Todo, gracias a la muerte repentina de mi hermanita.


La piscina

Roberto se sacó la lotería y se volvió loco. Compró una casa de lujo en Acapulco. El día de la inauguración, llenó la piscina con ron. Necesitó 400 mil botellas de litro, nada más. La ocurrencia le costó 60 millones de pesos. Acabó con su efímera fortuna en medio día, sólo por el placer de mirar arder a los invitados en traje de baño.


Dulce aventura

El niño se escurrió por la puerta de la cocina, a espaldas de su madre. Bajó las escaleras como un trueno y alcanzó la calle sin que nadie reparara en su salida. Todo iba bien, ningún vecino espía se cruzó en su camino. El fin de la operación parecía lo más sencillo: atravesar la avenida y ganar la otra acera. Desde su posición, podía observar con toda claridad el mostrador de dulces de la tienda, que desde lejos parecía un enorme cofre de cristal lleno de joyas y piedras preciosas. El desenlace fue muy rápido: el auto desapareció dejando a su paso un cuerpo infantil y unas tibias monedas sobre el pavimento.


Las ranas

Las ranas llegaron a la casa metidas en un frasco. Pronto se hicieron dueñas de la situación y empezaron a aparecer en los lugares más imprevisibles. A papá le saltó una en el rostro mientras se rasuraba con su cara de bobo frente al espejo. Mi hermana pegó un grito tremendo cuando encontró a otra en el cajón donde guarda sus calzones. Mamá amenazó a papá con el divorcio sólo porque una pobre rana decidió suicidarse en la olla de los frijoles. Las dos que me quedan siguen en el frasco, a la espera de que al enemigo se le ocurra cargarme con algún castigo o afrenta semejante.


Cuarto redondo

La rata entró a la habitación en busca de alimento. Después de husmear y roer aquí y allá, parecía convencida de la inutilidad de su inspección. Presa del hambre y recelosa de los ruidos exteriores, emprendió el camino en dirección a la rendija por la que había entrado. Por azar se topó con una caja de cartón. Dio algunas vueltas y trepó por un costado hasta ganar el interior con dificultad. Los alaridos del bebé atestiguaron el delicioso hallazgo.

No hay comentarios: