domingo, 13 de noviembre de 2011

Rosa Razo González


Rosa Razo González (Ocotlán, Jalisco, 1982). Licenciada en Lengua y Literatura de Hispanoamérica por la Universidad Autónoma de Baja California, radica en Tijuana desde los siete años. Ejerce la docencia en literatura y teatro dentro del Programa de Educación Artística en Primarias, realizado por el Instituto de Cultura de Baja California. Es actriz y titiritera, labor que la llevó a participar en espectáculos infantiles como Don Tiburcio el Tiburón de Hugo Salcedo, El unicornio de Garritín de César Tavera; es miembro fundador del grupo Artesana Teatro de Títeres (2005), con el que ha participado en diversos festivales teatrales tanto en Tijuana como en Querétaro (Festival de primavera) y Acapulco (Festival Ola Nueva). Como narradora fue invitada a participar en el V Festival de Literatura del Noroeste, y es también editora de Magín Minificciones.  Ha publicado en la revista virtual Babel en Prosa, Revista Tierra Adentro y en Primer Festival: Literatura en las Artes (2009).



Roxy in the TJ Sky

A la ciudad y a ese cuarteto que sirven de motor para contar mil historias.

Gente con ojos de caleidoscopio cruza por las calles del Centro. Alguien te llama: es un vendedor ambulante que te ofrece árboles de mandarinas y cielos de mermeladas. Saltas entre los edificios llenos de flores de celofán, llegas a la Revolución y el sol brilla desde el asfalto. Trepas al reloj y desde su gran “N” emprendes vuelo por el cielo mientras comes pay de bombones. Observas el tráfico de La Línea, las vías cerradas por el exceso de carros. En el lugar casualmente hay patrullas verdes y amarillas con policías de plastilina solicitando mordidas a los american citizens. Los diamantes brillan junto a las nubes a través de tu viaje por la ciudad. Ves las balsas en el río casi extinto y sin sentirlo llegas al Parque Morelos. Sobresalen cientos de flores plastificadas y sonrientes, así como la gente que las cuida y te saluda desde abajo. Los taxis y calafias de periódico atiborran las arterias y como un gran coágulo tapan la circulación, esperan te subas a ellos para manejar sin control. Los ignoras y te vas. Estás muy cerca, la ves: una foto tuya, inmensa que cubre el Cerro Colorado. Arribas y te das cuenta que tus ojos también son caleidoscopios. Sonríes con rayos de sol.


Para estos días de frío

Tejer una bufanda no es nada complicado. El meollo está en coordinar ágilmente los derechos y revés (si se quiere una puntada sencilla), ser creativo en la combinación de colores y calcular la longitud y anchura exacta del producto. Pero lo más importante es conseguir un estambre resistente (de preferencia poliéster) para que llegada la hora no se reviente y te deje a medio asfixiar.


Desde entonces

Cuenta la leyenda que en la tierra existía un hombre que amaba obsesivamente las palabras. Las pensaba, las decía, las olía en esporas de polvo. De noche tras horas de desvelo las leía en sombras, traduciéndolas luego al papel. Eran su alimento. Como todo enamorado, sospechaba en momentos el desaire de su amante y sufría en continuos insomnios. Ante tal incertidumbre, la musa decidió darle muestra de su recíproca fidelidad.
            Y fue así que durante el danzar efímero del fuego de una vela, el mortal, que buscaba en la profundidad del espejo, vio el lento transmutar de su semblante, alargándose la nariz hasta formar una detallada Jota, los rizos de su cabeza se cubrieron de Eses y Zetas, su tronco adelgazó en una enorme Te; brazos y piernas fueron reemplazadas por Pes y Bes, una U cubrió sus labios, y a sus ojos As redondas que desprendían suavemente alegres gotas saladas desde su palito.
            Desde entonces los hombres amanecen con residuos en los lagrimales, y al no saber por qué, atribuyen falsamente el hecho a meros procesos químicos.


Cadena perpetua

La mosca me mira. Escribo mientras tanto algunos garabatos sobre un cuaderno. Ella, quieta, casi inmóvil, me mira. Frota sus patas una con otra, como fraguando un plan maestro. La espanto y vuela, pero a los pocos segundos se vuelve a instalar. Me intriga, pero esos pensamientos desaparecen con el rugir de mis tripas. Voy al refrigerador, saco un plato de comida, lo coloco en la mesa y me sirvo jugo. Justo al tomar el plato para meterlo al micro la mosca despega sus patas de él, dejando tras si una hilera de huevesillos.
            Lo sé. Nunca podrá perdonarme la muerte de su amante bajo el plástico del matamoscas.


¡Me quedó clarísimo!

No es bueno enamorarse. Es que a veces se queda uno como sin saber ni qué. Porque entre que son peras o son manzanas, resulta que ni una cosa ni la otra. Sí, camarón que se duerme se lo lleva la corriente; el diablo es puerco y lo deja a uno milando como el chinito. Así pasa cuando sucede; por eso yo digo que el que nace pa´maceta del corredor no sale. Mientras agua pasa por mi casa y cate de mi corazón, ya mejor no le adivino, aunque me quede como burro cabezón.



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