jueves, 26 de mayo de 2011

Mónica Lavín


Mónica Lavín (Distrito Federal, 1955), bióloga de formación, es autora de seis libros de cuentos, entre ellos Ruby Tuesday no ha muerto que recibió el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 1996 (reeditado en Punto de Lectura en el 2006) y Uno no sabe (2003), finalista del premio Antonin Artaud y el más reciente La corredora de Cuemanco y el aficionado a Schubert (Punto de lectura, 2008); un libro de prosas cortas y minificción, Retazos (Editorial Praxis, México, 2007); de siete novelas: entre ellas Café cortado recibió el Premio Narrativa de Colima para obra publicada en el 2001. La novela para adolescentes La más faulera (Plaza & Janés, 1997) se ha reimpreso numerosas veces. Su novela Despertar los apetitos (Alfaguara, 2005) donde combina su pasión por la comida, el viaje y el periodismo, refiere un viaje de periodistas de gastronomía a través de Canadá. Sus novelas más recientes son Hotel Limbo (Alfaguara, 2008) y Yo, la peor (Grijalbo, 2009) que recibió el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2010.  Ha publicado libros de divulgación científica (estudió Biología en la UAM) y crónica gastronómica. Su libro Leo, luego escribo, Ideas para disfrutar la lectura (Lectorum) fue elegido para el programa Bibliotecas de Aula de la SEP. Sus cuentos aparecen en antologías nacionales e internacionales (Italia, Canadá, Francia, Estados Unidos). Realizó una residencia literaria en Banff Centre for the Arts. Ha sido editora, guionista, conductora de radio. Ha impartido conferencias y hecho lecturas en foros y universidades de México y del extranjero (Milán, San Francisco, Boston, Amberes, París, Nueva York, Düsseldorff, Calgary, Vancouver, San Diego). Está a cargo del programa de radio Ficcionario de Código DF, en Internet. Escribe la columna Dorar la píldora en Kiosco de El Universal y Crónica del Asombro en Este país. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores. Recibió el premio Pantalla de cristal por coautoría del mejor guión de documental (Bajo la región más transparente). Fue maestra de la Escuela de Escritores de SOGEM y actualmente es profesora investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en la Academia de Creación literaria.



Motivo literario

Le escribió tantos versos, cuentos, canciones y hasta novelas que una noche, al buscar con ardor su cuerpo tibio, no encontró más que una hoja de papel entre las sábanas.


Despistada

Tardaban en abrir la puerta. Verificó que el número del departamento fuera el correcto. Tantas veces había estado frente a una casa equivocada o acudido a una cita el día después que más le valía confirmar.
Sonrió acordándose de los tropiezos de su mente. De niña olvidaba los suéteres en la banca del colegio, de jovencita las gafas, los nombres de los maestros y los cumpleaños de los novios. El despiste había crecido con la edad. Un día regresó a casa en autobús, su marido sorprendido por la tardanza le preguntó por el auto: lo había dejado estacionado frente al trabajo. Repetidas veces trató de subirse a un coche ajeno y forcejeó con la cerradura hasta que el dueño la sorprendió.
Nadie abría la puerta. Se asomó por las ventanas.
Las persianas cerradas sólo enseñaban la capa de polvo sobre el esmalte.
Se hizo de noche. Las campanadas de la iglesia a los lejos la aclararon. Había olvidado su propia muerte.


Dos puntos

Sedúceme con tus comas, con tus caricias espaciadas, tu aliento respirable y tus atrevimientos continuos; colócame el punto y coma para cambiar las caricias por largos besos y frases susurradas boca a boca. Haz un punto y seguido para desatarte de mí y contemplar mi desnudez sobre tu cama, ahora interrumpe con guiones para soltar un halago sobre mi cuerpo y su huella en el tuyo ―recorrer con la mirada el talle y el hundimiento en la cintura, el ascenso en la cadera, la larga prolongación de las piernas rematadas por un pie que no resistes besar―. Embísteme sin mi rechazo y tortúrame con la altivez de tu deseo arrastrándome muy lejos (al borde del abismo entre paréntesis y sin comas por favor), ahora desenvaina tus puntos suspensivos... ―maldito trío de puntos― ese espacio sin nombre no se alcanza.
Un punto y aparte para calmar el temblor de mi cuerpo y sonreírte al tiempo que me das de beber del vino espumoso en una copa. Borro mis interrogaciones. Toda una antesala para retomar tus comas y regalarme la humedad de tu boca y la suavidad de tu respiración en mis orejas, cuello, nuca, hombros; atacar con puntos y comas nuevamente para buscar con tu dedo un clítoris congestionado, pasar tu lengua entre esos labios escondidos y saborear mis secreciones ―robármelas entre guiones― y atizar de nuevo en mi centro ardiente ocupándolo, sosteniendo el ascenso ¡inminente! con signos de exclamación, la eyaculación inevitable... hasta acabar con los puntos suspensivos y vaciarte todo en mí y desplomarte extenuado, aliviado y amoroso en mi cuerpo complacido.
De nuevo un punto y aparte para dormir sobre mi pecho y poner punto final al entrecomillado "acto" que en este caso es un hecho amoroso sin ningún viso de actuación.
Si estoy equivocada, felicito tu dominio de la puntuación.
Punto final.


Carta al enólogo

He probado el muy estructurado, el afrutado, el que tiene cuerpo; me he saciado con la frescura y la elegancia, con la redondez y el carácter; me he regodeado con la boca y con lo aterciopelado. Estoy completamente borracha y quiero seguir probando. Dígame usted: ¿existirá el que me cuadre o el problema está en mi paladar?


Inasible

Adoro sus vericuetos, la imposibilidad de arrasarla. Nunca se descubre totalmente, guarda un misterio solapado, una complicidad con su propia historia, esa mezcolanza de razas y acentos. Es ambigua y a la vez precisa, juguetona pero vengativa cuando se la maltrata. Es una amante perfecta, dialoga y reta. Ni siquiera en el silencio calla; su presencia la rebasa.
Incita a abordarla y poseerla, blandirla con el poder de saberla y poderla someter. Sin embargo se rebela sabia y profunda –enigmática- y no deja escapar de la condena del amasiato: al poseerla, ella me posee.
El enamoramiento acaba cuando se agota el misterio y la recreación. Pero su sentido, su sonoridad y su espacio, no se han agotado, sólo lo harían en el momento en que yo me transformase en ella: conjuro imposible. Porque de la palabra estoy enamorado.

Sitio Web: Mónica Lavín

1 comentario:

Esteban Dublín dijo...

Estimado José Manuel:

Acabo de terminar el libro La Minificción en México, antología de Lauro Zavala, y hay tres microrrelatos de Mónica Lavín que me gustaron mucho: Motivo literario y despistadas, dos de ellos. El otro es inasible, que no está aquí. Gracias por traerla.