Lázaro Cárdenas, Michoacán. Catedrático,
promotor cultural, escritor. Autor de Recuentos, De borregos, lobos y otros insomnios, Tendedero de adioses.
Antologador de Házmela de cuento
y De barro y sal. Fundador de
suplementos y programas radiofónicos culturales, encuentros literarios.
Actualmente dirige los talleres de creación literaria “Babel” en Zihuatanejo,
Guerrero, “Rayuela” en Lázaro Cárdenas, Michoacán, y en coordinación con el
colectivo Espacio Libre en UAQro Unidad Amazcala, Querétaro.
Venta prenavideña
El
sitio se fue quedando vacío poco a poco. Quedaban muy pocos objetos de valor,
la mayoría había sido subastada. Los familiares y los propios pacientes del
manicomio habían podido vender todo lo que ya no ocupaban: mesas, sillas, ropa,
hijos, una prima lejana, cartas de amor, silencios atrapados en la tarde,
cuijas bañadas de luz, noches preñadas de cuentos sin sentido… todo, todo lo
habían vendido. Bueno, casi todo. Aún quedaba la escoba con la que la chica del
23 salía a besar a la luna cada 28 días, el caballo de palo con el que el
Napoleón del 5 rompía los cristales de las ventanas para poder llegar al campo
de batalla, algunos extrañamientos.
Arturo había sido el más afortunado, había logrado vender a los vendedores
y a los consumidores, sólo le quedaba una duda y un pequeño dolor de cabeza. No
sabía quién lo compraría ahora que había dejado de ser un librero y se había
convertido en un arbolito de navidad; así que para no sentirse triste por su
soledad que se le amontonaba en el pasillo del hospital, tomó un cable y se
enchufó a la corriente para brillar hasta casi el amanecer.
Sólo en sueños
Desperté
y estabas ahí, como desde hace mucho. Tenía tiempo que no te soñaba. Aun cuando
tu calor y sudor y ronquidos son cosa de siempre, tus sueños y los míos se
mezclan desde aquel accidente. Desperté y estabas ahí, como cerrando una
puerta. Como diciéndome: Javier, mañana cumplimos 28 años de muertos.
Concurso de
belleza
Alguna
se tambaleaba, otra se mecía borrachamente hasta casi caer; alguna que otra se
mostraba orgullosa; unas gordas, otras delgadas y finas, muy pocas bellas, pero
todas fuertes, salían alegres, fogosas, orgullosas, de la mano de mi hijo.
Eran
sus primeras letras.
Bitácora
Las
sirenas eran el indicio de ir en la vía correcta. Necio Ulises que nos mandó
taparnos los oídos, y él, amarrarse al mástil. Nosotros nunca las oímos y él
nunca pudo desatarse. Nos perdimos.
Noche
Esta
noche es de luna hiena. Ríe mientras nos devora sin piedad.
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