jueves, 20 de julio de 2017

Jesús Baldovinos Romero


Lázaro Cárdenas, Michoacán. Catedrático, promotor cultural, escritor.  Autor de Recuentos, De borregos, lobos y otros insomnios, Tendedero de adioses.  Antologador de Házmela de cuento y De barro y sal. Fundador de suplementos y programas radiofónicos culturales, encuentros literarios. Actualmente dirige los talleres de creación literaria “Babel” en Zihuatanejo, Guerrero, “Rayuela” en Lázaro Cárdenas, Michoacán, y en coordinación con el colectivo Espacio Libre en UAQro Unidad Amazcala, Querétaro.



Venta prenavideña

El sitio se fue quedando vacío poco a poco. Quedaban muy pocos objetos de valor, la mayoría había sido subastada. Los familiares y los propios pacientes del manicomio habían podido vender todo lo que ya no ocupaban: mesas, sillas, ropa, hijos, una prima lejana, cartas de amor, silencios atrapados en la tarde, cuijas bañadas de luz, noches preñadas de cuentos sin sentido… todo, todo lo habían vendido. Bueno, casi todo. Aún quedaba la escoba con la que la chica del 23 salía a besar a la luna cada 28 días, el caballo de palo con el que el Napoleón del 5 rompía los cristales de las ventanas para poder llegar al campo de batalla, algunos extrañamientos.  Arturo había sido el más afortunado, había logrado vender a los vendedores y a los consumidores, sólo le quedaba una duda y un pequeño dolor de cabeza. No sabía quién lo compraría ahora que había dejado de ser un librero y se había convertido en un arbolito de navidad; así que para no sentirse triste por su soledad que se le amontonaba en el pasillo del hospital, tomó un cable y se enchufó a la corriente para brillar hasta casi el amanecer.


Sólo en sueños

Desperté y estabas ahí, como desde hace mucho. Tenía tiempo que no te soñaba. Aun cuando tu calor y sudor y ronquidos son cosa de siempre, tus sueños y los míos se mezclan desde aquel accidente. Desperté y estabas ahí, como cerrando una puerta. Como diciéndome: Javier, mañana cumplimos 28 años de muertos.


Concurso de belleza

Alguna se tambaleaba, otra se mecía borrachamente hasta casi caer; alguna que otra se mostraba orgullosa; unas gordas, otras delgadas y finas, muy pocas bellas, pero todas fuertes, salían alegres, fogosas, orgullosas, de la mano de mi hijo.
Eran sus primeras letras.


Bitácora

Las sirenas eran el indicio de ir en la vía correcta. Necio Ulises que nos mandó taparnos los oídos, y él, amarrarse al mástil. Nosotros nunca las oímos y él nunca pudo desatarse. Nos perdimos.


Noche

Esta noche es de luna hiena. Ríe mientras nos devora sin piedad.



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