sábado, 14 de marzo de 2015

Maryell Finisterre Diazmuñoz (Free Oxygen)


Artista multidisciplinaria.  Alumna de los maestros Ricardo Diazmuñoz, Ricardo Bernal, David Huerta, Oscar Wong y Saúl Serrano, entre otros.
Desde 1987 ha participado en distintos festivales culturales nacionales e internacionales  como actriz de teatro clásico, bailaora de flamenco, cantante y fotógrafa.
A partir de 1997 ha publicado en las revistas El Cuento, Los Universitarios, Oráculo, el periódico cultural Cronopio y la gaceta Café, Pan y Creación en la ciudad de México.
En 1997 sus poemas dramáticos El Lado Oscuro del Sol y Terceto fueron escenificados en el Foro Luces de Bohemia de  la Ciudad de México.
En 1999 la editorial independiente Dziberchuén publicó la primera edición de su poemario Canciones de la Nueva Tierra.
En 2001 su poema Voices in the Forest fue publicado en la antología Holding on to Forever.
En 2002 The international Society of Poets, le otorgó un premio al mérito. Expuso tres obras fotográficas y lecturas poéticas en el Festival artístico-cultural y de servicios El Arte de ser Mujer, en el Centro Cultural Luis G. Basurto.
En 2004 varios poemas suyos fueron incluidos en la antología poética Poesía de Raíces Mágicas de la Colección Vidzu de Estudios de la Cultura Mixteca. Participó en el XII Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en el País de las Nubes, en la Feria del Libro en la Ciudad de Oaxaca y en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Asimismo participó como fotógrafa del proyecto multidisciplinario parabuses de la Ciudad de México, Pecados Capitales.
En 2006 publicó poemas en la antología Voces Sin Fronteras de la editorial Alondras en Canadá.
Desde 1995 ha colaborado como fotógrafa y articulista en diversas publicaciones turísticas: Alta Hotelería; Gastrotur; Fotozoom; De Viaje! del periódico Reforma; Azul; Suite 01; Altitud; Diez; Primera Clase; Generación Universitaria y Hombres del periódico El Universal y la revista Convenciones.
En 2012 expuso  obra fotográfica en Los Colores de mi México en el consulado mexicano en Sacramento, California. Participó en la exposición colectiva SELF en Times Square, Nueva York, USA, y en el Glastonbury Fringe en Inglaterra.
Desde 2002 hasta la fecha ha participado como letrista y vocalista en varias agrupaciones musicales: EVVO y Walkin’ Blues, en México; y en Inglaterra Rabbit & Pumpkin y Knock on Wood. Ha grabado seis CD’s: Ki, EVVO, 2002; Rabbit & Pumpkin, con el grupo homónimo, 2009; Tales of Beauty, Rabbit & Pumpkin, 2011; Knock on Wood, con el grupo homónimo, 2012; Live!, Knock on Wood, 2014; That Good Ol’ Jazz, Maryell Finisterre, 2014. Entre 2013 y 2014 participó como vocalista en dos piezas para el álbum de música electrónica inglesa Universe de Sonic Tramp.
En 2014, bajo su seudónimo, Free Oxygen, su obra fotográfica Some Blues Beyond Mars II fue utilizada como portada para el EP Superman/Strange Love de la banda inglesa Carousels & Limousines y fotografió y diseñó la portada para el disco Sur del guitarrista español Claudio Palomo.
Desde 2008 reside en la ciudad de Bath, Inglaterra, donde continúa su carrera como letrista, cantante y fotógrafa de varios proyectos musicales. Ha diseñado y fotografiado portadas para varias agrupaciones musicales inglesas.



Rito

Cosechar las mieses del verano europeo; andar millones de kilómetros sólo para olvidar que nos hemos perdido.
La capa ondeando al viento. Escribir los sueños olvidados en la superficie craquelada de un papiro egipcio.
La taberna huele a jabalí asado  untado con manteca y a cerveza de brezo.
El hombre enjuto se dispone a tocar su arpa y contar una historia antigua sobre héroes y doncellas amantísimas.
La noche se cierne estrellada sobre el poblado montañés donde reposarán mis huesos.
Me he olvidado el odre a mitad del desierto  creyendo haber encontrado un oasis: se hallaba reseco.
Veleidosas ciudades perdidas para siempre en oscuros abismos marinos. Cantos y leyendas que jamás volveremos a escuchar.
Templos vitrificados, cuerpos calcinados.
La historia de mi gente sepultada en las eternas arenas del Thar.
Esta noche me verás danzar desnuda bajo la luna de Beltane. Punzaré mis manos y con la sangre crearé un círculo espeso sobre la arena. Después uno a uno se irán encendiendo los fuegos de la comarca y se quemarán los pertrechos del año que muere. Esta noche me verás copular con árboles, bestias y hombres de piel oscura. Aullaremos a los astros hasta que la ignición del alba nos deshidrate el corazón. Mitra preparará un potente brebaje para fortificar los músculos cansados, para que la orgía continúe aún ocho días con sus noches.
Esta tarde me llamarás madre y hermana y te fundirás con mi carne, derramarás tu esencia en mi vientre para que el universo vuelva a nacer. Después nos perseguiremos hasta el mar para purificarnos y volver a las antiguas costumbres.
Construiremos un palacio de alabastro, jade y coral, cincelaremos  en sus muros una nueva cosmogonía.
La festividad toca a su fin. Puedo sentir mi vientre ensancharse de vida. Dibujas con henna un sol cuyo centro es mi ombligo. Despeino tu endrino cabello y beso el Cánopus de tu frente. Afuera los magos aguardan con cofres de mirra y oro. El incienso colma mis sentidos, los agudiza.
Hoy es el día propicio para hacer promesas de eternidad y posesión; en una copa bruñida mezclas mis fluidos con los tuyos: bebo, bebes, el rito: consummatum est. El cielo y la tierra vuelven a compartir el mismo lecho nupcial. Hemos asesinado a la Guerra.


Taylor

Taylor se recostó en el pasto para contemplar por última vez el cielo de aquel fragmento de universo sin colonizar. Mañana llegarían cientos de astronaves repletas de científicos, obreros y renombrados miembros del ejército imperial.
Aún podía saborear las cerezas que había recogido en el bosque al amanecer.
Mi mundo aún huele a manzanas y sidra, aún es feraz y dadivoso”, pensó mientras un líquido amarillento  escurría  por su acerada mejilla dejando un rastro de diamantina ámbar que reflejaba los dos soles.
“Mañana todo esto habrá muerto. No hay quien detenga al Imperio en su titánica empresa”, reflexionó con tristeza.
Se sumió en sus pensamientos y recordó que se había olvidado de reprogramar su sistema digestivo; ahora sólo podría beber el aceite azul durante una semana.
Después de una breve siesta se levantó y caminó rumbo al huerto del hospital. Todos los goznes de su cuerpo rechinaban.
¿En qué momento, Tylor se había hecho viejo? ¿En qué momento su modelo se había vuelto obsoleto?, se preguntaba una y otra vez. “No soy más que una chatarra pensante”, se dijo mientras una milésima parte de su cerebro analizaba la temperatura y la humedad del ambiente sin que él le diera importancia.
“¿Cuántos datos inútiles llegan a mi banco de memoria a cada instante? ¿Cuántas vidas humanas están registradas, analizadas y archivadas en las finas celdillas de titanio que me conforman?” Estas interrogantes lo inquietaban con frecuencia. Se sentía cansado.
Entró al comedor. La sopa de tomatillo estaba servida. Era una pena, pues ya no podría comerla. Ángela le reprochó el haberse demorado en la recolección, Gunther y Esperanza ya estaban en el segundo plato y Miller en el postre.
En ese mundo maravilloso sólo quedaban ellos cinco. Ahora que todos los humanos habían muerto, ya no tenían a quien cuidar, en consecuencia, el hospital ya no tenía sentido. Tal vez por eso, después de mil soles de calma, el Sistema Galáctico de Conquistas escogió aquel paraíso para construir la futura Deidad Imperial.


Ocio: Atisbos de libertad

Los ágiles dedos desgarran el vacío de la pizarra: blancas cifras: fórmulas: ecuaciones: qué sé yo. No miro las huellas del gis, me hundo en el vacío verde oscuro, verde oscuro.
El golpeteo del bolígrafo sobre el pupitre opaca la retahila cada vez más incomprensible de la maestra. En una esquina del cuaderno surgen, secretamente, sus lentes, su nariz, sus labios, y una palabra que la desenmascara. En menos de lo que me percato ya estoy en el pasillo, fuera del salón, expulsada por ofender la fisonomía de la bruja. Y ahí estoy, una vez más, escurriendo la tristeza de la tinta sobre el papel: mi primer poema.
Y en Historia sucedía lo mismo. Justo al borde del tedio, de no querer oír más sobre beneméritos y caudillos que mueren y renacen durante el infernal disco rayado de primero, segundo y tercero de primaria, secundaria y bachillerato; mi mano me arrastraba hacia el hipnótico carrusel de las letras hasta que nacía un verso o tal vez, en el vaivén de las líneas, un hada o una sirena.
Las tardes se fueron disipando en las aceras donde me sentaba a padecer y me dejaba seducir por la volumetría, la esencia, la cinética y la estética fantasmagórica de aquellos paseantes que nunca volvería a ver.
Y ahí estoy, en algún bar encendiendo mi primer cigarrillo y libando mi primer vino, hastiada de escuchar colores de uñas, de labios, de vestidos y zapatos con los que, según me dicen, conoceré al amor de mi vida.
En esos intervalos sólo anhelas no ser una etiqueta, no participar en la misma guerra: destacar para encontrar o ser encontrada. Prefieres perderte una vez más en lo verde, pero ahora no en el oscuro y vasto del pizarrón, sino en un verde brillante y vertiginoso y ruedas sobre él marcada con un número, un color, golpeada por otro número y otro color que tú misma te has lanzado para precipitar tu caída en la buchaca donde recoges tus años: fragmentos de arco iris manchados de azul: tiza que embadurna la punta de tu felicidad. El ocho redondo y negro se despeña y marca el final de la partida.
En un fragmento del papel que envuelve los cigarros o en el revés de la etiqueta del tinto, tu lápiz labial, con el que tal vez encontrarías marido, sangra un mensaje, te lo sangra; mientras, el verde pasto escolar, el verde pizarra, el verde limo invadiendo la acera y el verde fieltro de la mesa de billar te succionan, te abisman y alcanzas a leerte en las grasientas letras rojas que tus dedos frotan: quería ser libre.


Escapismo

Distensión oblicua merodea entre nocturnas incertidumbres.
Las compuertas del rostro androide se abren y se cierran: blink, blink: nos vigila.
Dibujamos figuritas sobre una loseta con la mostaza que sobró del almuerzo.
Fingimos ignorar el voyerismo de las máquinas: meticulosas registran cada trazo para los anales del psiquiatra.
No saben que hemos practicado mucho tiempo...
Damas y caballeros, humanoides y robots, ¡esta es la Gran Noche!
Ahora, vuestros vacuos ojos serán testigos de un prodigio: ¡mi desintegración molecular!


La despedida

Camino sobre el terreno abrupto con incierto paso. Llego hasta la enormidad metálica del puente. Me recargo en la baranda para contemplar la ciudad en llamas. El río humea. Sin prisas me desabotono la blusa y la arrojo al vacío. Arrojo las sandalias, la falda arrojo. Saco del bolso una pequeña navaja. Corto mis bragas. Se deslizan. Caen sobre el pavimento. Salto y disfruto la caída. En las quemadas aguas me sumerjo, me purifico, emprendo el vuelo, me desvanezco en el belicoso y turbulento cielo.


Sitio web: http://maryellfinisterre.com

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