lunes, 26 de septiembre de 2016

Esther Vázquez-Ramos



Esther Vázquez-Ramos. Defeña de nacimiento, con raíces oaxaqueñas por el lado materno y mexiquenses por el paterno. Periodista y escritora. Publica reportajes, entrevistas y cuentos en diversos medios y revistas. Ha participado en 29 antologías de la Asociación de Escritores Tirant lo Blanc de México. Cuenta con la traducción de “Ethié”, al Catalá en Ideas Certeras, editado en Barcelona, España en 2012, cuento con el que obtuvo 2º lugar en el concurso: “Los valores ambientales a través del cuento” convocado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en 2007, y “Al final del día” y otros cuentos de CF Mexicana, publicado en e-Books Alfa Eridiani No. 20, en Madrid, España. Cuento que se llevó la portada
Ha participado en los talleres literarios de Felipe San José, Vicente Torres, Guillermo Samperio, Leticia Herrera Álvarez; Laura Elenes, Gilda Salinas, Anel Ávila, Ana Morales y la poeta Perla Shwarts en el Orfeo Catalá de México y en el taller permanente de Oscar Wong.
Asistente de Elena Poniatowska de 1992-1997. Desde 2012 propicia la lectura y la escritura entre niños y jóvenes en bibliotecas públicas y escuelas secundarias tanto en el Distrito Federal como en Cuautitlán, Estado de México, donde también imparte talleres como: “Soy, luego existo” y “Descubriendo mi identidad”. Medalla de plata en el 7º encuentro de una Memoria Docente, entre otros premios de cuentos.



Eva

Tu cuerpo reposa plácidamente sobre la sábana blanca, donde el sueño atrapó tus pensamientos de mujer.
            Precisamente, sobre esa sábana blanca dejaste tu inocencia un día, Eva niña, para convertirte en mujer cuando tu cuerpo fue tomado por sorpresa. Supiste del paraíso y de la manzana prohibida, hasta estar consciente de que sobre esa sábana blanca se moldeaba tu cuerpo en hermosas redondeces de mujer sensual; entonces tus senos pequeños derramaron la miel con la que amamantaste los frutos de tu vientre, Eva.
           Cierto, viviste para ti, pero también para ellos que te dieron satisfacciones, aunque también angustias y sinsabores, pero tu esperanza siempre estuvo alerta al alba de la aurora.
        Esta noche sobre la sábana blanca, te sabes acompañada únicamente de tus pensamientos y de tus ilusiones; estás consciente que tienes que poner la esperanza una vez más como bandera, para recuperar la fuerza vital de la que te has valido siempre, pues no quieres que esos pensamientos e ilusiones se escapen nuevamente de tu mente, de tu vida, porque aquí y ahora sabes, sientes presientes el dolor de tus fuerzas disminuidas, Eva niña, Eva mujer en el amanecer, en el ocaso, en el… Aurora.


Tras la ventana

A distancia se observa un territorio desolado. Un hombre tras la ventana mira distraído el cielo que se electriza por la lluvia torrencial que cae, lo que hace que una cabra se asuste. En su loca carrera, el animal aplasta en un instante a un caracol.
 Al percatarse del calendario, el hombre sabe que esos son efímeros números que simulan monedas sin tiempo, zapatos que flotan en el aire. De pronto siente que la ventisca empuja la caída de los días y de los números que oculta una colmena pletórica de arcángeles con las piernas jorobadas.
           Quizás eran pensamientos de locura, envueltos por una deidad proyectada en azul. Un hilo de trompo se atora en el cable que lleva la electricidad del tranvía y al pasar un bicicletero se electrocuta y se mece con la ventisca en el horizonte de las vías, simulando otro arcángel más sacrificado.


El hombre de negro

Un hombre permanece parado en el puente peatonal, mirando embelesado las luces de los autos cuando se cruzan de ida y vuelta por el circuito interior de la Ciudad de México. Éstas sólo dejan destellos, líneas luminosas indefinidas sobre el asfalto mojado, la noche está tranquila cosa que lo regocija.
           La lluvia y el viento pararon de repente, por lo mismo el puente permanece oscuro, solitario, sin embargo, el hombre se siente acalorado y se quita la gabardina que coloca sobre el barandal mientras se recarga sobre él. Viste traje negro adornado con cadenas y botones de plata en forma de balas pequeñas de tipo calibre 22.
           A su espalda, una sombra oscura se desliza con pisadas sigilosas. Su sexto sentido lo obliga a dar un grito ahogado en su garganta, al   hombre se le eriza la pie instintivamente jala la cadena de sus pantalones y en una lazada perfecta  la deja caer sobre la cabeza de la fiera que al verse acorralada muestra sus colmillos blancos, listos para hundirlos en el pecho del hombre de negro, pero la agilidad de éste lo lazó  sorprendió a la fiera en pleno siglo XX.        


Tuya para siempre

Con cariño para Guillon

Cuando leí: “mi Estrella” me quedé meditabunda, reflexionando: “¡mi Estrella!”
         Pues sí, “soy tu Estrella”, aleteo entre tus letras de aquí para allá y de allá para acá, nutriéndome del elíxir de tus palabras en flor. Mis aletas de sirena han alcanzado las aguas profundas de tus ríos y mares alimentados de esos pensamientos que me dejaron atrapada, cual pequeña mosca, en la tela de araña de las páginas infinitas de tus textos; entonces, sí: soy tuya para siempre.

Textos y semblanza cortesía de la misma autora.

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