Esther Vázquez-Ramos . Defeña
de nacimiento, con raíces oaxaqueñas por el lado materno y mexiquenses por el
paterno. Periodista y escritora. Publica reportajes, entrevistas y cuentos en
diversos medios y revistas. Ha participado en 29 antologías de la Asociación de
Escritores Tirant lo Blanc de México. Cuenta con la traducción de “Ethié”, al
Catalá en Ideas Certeras, editado
en Barcelona, España en 2012, cuento con el que obtuvo 2º lugar en el concurso:
“Los valores ambientales a través del cuento” convocado por la Universidad Autónoma
de la Ciudad de México en 2007, y “Al
final del día” y otros cuentos de CF Mexicana, publicado en e-Books Alfa
Eridiani No. 20, en Madrid, España. Cuento que se llevó la portada
Ha participado en los talleres literarios de Felipe San
José, Vicente Torres, Guillermo Samperio, Leticia Herrera Álvarez; Laura
Elenes, Gilda Salinas, Anel Ávila, Ana Morales y la poeta Perla Shwarts en el
Orfeo Catalá de México y en el taller permanente de Oscar Wong.
Asistente de Elena Poniatowska de 1992-1997. Desde 2012
propicia la lectura y la escritura entre niños y jóvenes en bibliotecas
públicas y escuelas secundarias tanto en el Distrito Federal como en
Cuautitlán, Estado de México, donde también imparte talleres como: “Soy, luego
existo” y “Descubriendo mi identidad”. Medalla de plata en el 7º encuentro de
una Memoria Docente, entre otros premios de cuentos.
Eva
Tu cuerpo reposa plácidamente sobre la sábana blanca, donde
el sueño atrapó tus pensamientos de mujer.
Precisamente, sobre esa sábana blanca dejaste tu inocencia un día, Eva niña,
para convertirte en mujer cuando tu cuerpo fue tomado por sorpresa. Supiste del
paraíso y de la manzana prohibida, hasta estar consciente de que sobre esa
sábana blanca se moldeaba tu cuerpo en hermosas redondeces de mujer sensual;
entonces tus senos pequeños derramaron la miel con la que amamantaste los
frutos de tu vientre, Eva.
Cierto,
viviste para ti, pero también para ellos que te dieron satisfacciones, aunque
también angustias y sinsabores, pero tu esperanza siempre estuvo alerta al alba
de la aurora.
Esta noche sobre la sábana
blanca, te sabes acompañada únicamente de tus pensamientos y de tus ilusiones;
estás consciente que tienes que poner la esperanza una vez más como bandera,
para recuperar la fuerza vital de la que te has valido siempre, pues no quieres
que esos pensamientos e ilusiones se escapen nuevamente de tu mente, de tu
vida, porque aquí y ahora sabes, sientes presientes el dolor de tus fuerzas
disminuidas, Eva niña, Eva mujer en el amanecer, en el ocaso, en el… Aurora.
Tras la ventana
A distancia se observa un territorio desolado. Un hombre
tras la ventana mira distraído el cielo que se electriza por la lluvia
torrencial que cae, lo que hace que una cabra se asuste. En su loca carrera, el
animal aplasta en un instante a un caracol.
Al percatarse del calendario, el hombre sabe que esos
son efímeros números que simulan monedas sin tiempo, zapatos que flotan en el
aire. De pronto siente que la ventisca empuja la caída de los días y de los
números que oculta una colmena pletórica de arcángeles con las piernas
jorobadas.
Quizás
eran pensamientos de locura, envueltos por una deidad proyectada en azul. Un
hilo de trompo se atora en el cable que lleva la electricidad del tranvía y al
pasar un bicicletero se electrocuta y se mece con la ventisca en el horizonte
de las vías, simulando otro arcángel más sacrificado.
El hombre de negro
Un hombre permanece parado en el puente peatonal, mirando embelesado
las luces de los autos cuando se cruzan de ida y vuelta por el circuito interior
de la Ciudad de México. Éstas sólo dejan destellos, líneas luminosas
indefinidas sobre el asfalto mojado, la noche está tranquila cosa que lo
regocija.
La
lluvia y el viento pararon de repente, por lo mismo el puente permanece oscuro,
solitario, sin embargo, el hombre se siente acalorado y se quita la gabardina
que coloca sobre el barandal mientras se recarga sobre él. Viste traje negro
adornado con cadenas y botones de plata en forma de balas pequeñas de tipo
calibre 22.
A
su espalda, una sombra oscura se desliza con pisadas sigilosas. Su sexto sentido
lo obliga a dar un grito ahogado en su garganta, al hombre se
le eriza la pie instintivamente jala la cadena de sus pantalones y en una
lazada perfecta la deja caer sobre la cabeza de la fiera que al verse
acorralada muestra sus colmillos blancos, listos para hundirlos en el pecho del
hombre de negro, pero la agilidad de éste lo lazó sorprendió a la fiera
en pleno siglo XX.
Tuya para siempre
Con cariño para Guillon
Cuando leí: “mi Estrella” me quedé meditabunda,
reflexionando: “¡mi Estrella!”
Pues sí, “soy tu Estrella”,
aleteo entre tus letras de aquí para allá y de allá para acá, nutriéndome del
elíxir de tus palabras en flor. Mis aletas de sirena han alcanzado las aguas
profundas de tus ríos y mares alimentados de esos pensamientos que me dejaron
atrapada, cual pequeña mosca, en la tela de araña de las páginas infinitas de
tus textos; entonces, sí: soy tuya para siempre.
Textos y semblanza cortesía de la misma autora.
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