Yanzey Morales Marín (Huauchinango,
Puebla, 1974). Estudió la licenciatura en Pedagogía y la maestría en
Innovaciones Educativas en la Universidad La Salle. Actualmente es docente en
el nivel Primaria en CDMX. Ha participado con sus textos en las revistas
digitales: Fantastique, Letras itinerantes, Alquimia Literaria,
Fóbica fest; y en las antologías impresas Cuerpo o inferno de
Ediciones Periféricas, Rockabilly de La Tinta del Silencio y Los
mundos que se agotan, Cuentos distópicos de Editorial Paraíso Perdido.
Escribe y narra sus historias en la página de Facebook Fantyletras Narraciones.
Pertenece al grupo de narradores orales Movimiento Universo Baldemira de
Ecatepec, Estado de México.
Cataclismo
Una estrella
de siete destellos subía y bajaba sin respetar leyes físicas, su movimiento era
tan agresivo que era inminente un cataclismo; su superficie finalmente erupcionó
tras una fatal colisión, mientras risas de alegría acompañaban una lluvia de
golosinas.
Derecho
de minoría
Jimena corría
para defender su derecho; sus hermanos trataron de bloquearla, lograron sujetarla
de la camiseta; antes de caer de bruces, la lanzó hacia el pesebre: la Capitana
Marvel sería la madre de Jesús esta Navidad.
Respuesta
divina
“¡Al
cadalso!”, gritaba la
turba enardecida mientras el condenado era arrastrado por el pasillo que
conducía al patíbulo. “Por fortuna, pensaba, el juez creyó en mi versión de los
hechos y así pude salvar a mi hijo. ¡Todo por una pieza de pan!”.
Mientras le ajustaban
la soga al cuello, como buen creyente, pensó en su pecado: Dios lo juzgaría…
por mentiroso. Al abrirse la escotilla bajo sus pies, la soga se trozó y el
condenado dio contra el piso.
Cambio de turno
El médico recibe a una paciente en
la sala de urgencias. A pesar de su estado lamentable, logra reconocerla: ¡es
su hija! Desesperado, busca en la hilera de camas ocupadas y elige al más
anciano y enfermo, que en su último aliento exhala: ¡hijo!
Estampas cotidianas
Uno mis labios a su boca, a veces
pausadamente, otras con avidez. Termino satisfecha mientras ella, vacía y
sucia, termina en el fregadero con las demás trastos.
***
Tras mi ritual me devuelve una
sonrisa. A pesar de su frialdad parece tan empático como cómplice, igual llora
si me animo a sincerar mis muecas. Me imita sin enjuiciar mi realidad.
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