lunes, 7 de diciembre de 2020

Yanzey Morales Marín

 



Yanzey Morales Marín (Huauchinango, Puebla, 1974). Estudió la licenciatura en Pedagogía y la maestría en Innovaciones Educativas en la Universidad La Salle. Actualmente es docente en el nivel Primaria en CDMX. Ha participado con sus textos en las revistas digitales: Fantastique, Letras itinerantes, Alquimia Literaria, Fóbica fest; y en las antologías impresas Cuerpo o inferno de Ediciones Periféricas, Rockabilly de La Tinta del Silencio y Los mundos que se agotan, Cuentos distópicos de Editorial Paraíso Perdido. Escribe y narra sus historias en la página de Facebook Fantyletras Narraciones. Pertenece al grupo de narradores orales Movimiento Universo Baldemira de Ecatepec, Estado de México.

 

 

 

Cataclismo

 

Una estrella de siete destellos subía y bajaba sin respetar leyes físicas, su movimiento era tan agresivo que era inminente un cataclismo; su superficie finalmente erupcionó tras una fatal colisión, mientras risas de alegría acompañaban una lluvia de golosinas.

 

 

Derecho de minoría

 

Jimena corría para defender su derecho; sus hermanos trataron de bloquearla, lograron sujetarla de la camiseta; antes de caer de bruces, la lanzó hacia el pesebre: la Capitana Marvel sería la madre de Jesús esta Navidad.

 

 

Respuesta divina

 

“¡Al cadalso!”, gritaba la turba enardecida mientras el condenado era arrastrado por el pasillo que conducía al patíbulo. “Por fortuna, pensaba, el juez creyó en mi versión de los hechos y así pude salvar a mi hijo. ¡Todo por una pieza de pan!”.

Mientras le ajustaban la soga al cuello, como buen creyente, pensó en su pecado: Dios lo juzgaría… por mentiroso. Al abrirse la escotilla bajo sus pies, la soga se trozó y el condenado dio contra el piso.

 

 

Cambio de turno

 

El médico recibe a una paciente en la sala de urgencias. A pesar de su estado lamentable, logra reconocerla: ¡es su hija! Desesperado, busca en la hilera de camas ocupadas y elige al más anciano y enfermo, que en su último aliento exhala: ¡hijo!

 

 

Estampas cotidianas

 

Uno mis labios a su boca, a veces pausadamente, otras con avidez. Termino satisfecha mientras ella, vacía y sucia, termina en el fregadero con las demás trastos.

 

***

 

Tras mi ritual me devuelve una sonrisa. A pesar de su frialdad parece tan empático como cómplice, igual llora si me animo a sincerar mis muecas. Me imita sin enjuiciar mi realidad.

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