Armando
Gutiérrez Méndez (León, Guanajuato., 1971) es
licenciado en Derecho. Recibió el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández en
2005 y el Premio de Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí en 2010. Publicó
Apilados cráneos de mamut de piedra (Ediciones La Rana, 2006) y El rehilete (Ficticia Editorial, 2010). Además,
ha aparecido en las antologías Palabras germinales (Ediciones La Rana, 2001), Contar para
vivir. Antología de Cuento Corto (Universidad Iberoamericana, 2002), Una cierta
alegría en no saber a dónde vamos. Cuento de Guanajuato, 1985 - 2008 (Instituto
Cultural de León, 2009), Poquito porque es bendito. Antología de microcuentos y cuentos breves (Universidad Iberoamericana,
Instituto Cultural de León, 2013) y Alebrije
de palabras: Escritores mexicanos en breve (BUAP, 2013).
La
metamorfosis
Al despertar una mañana, tras un sueño
intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso ser humano. No
estaba soñando. Al descubrirlo, su madre retrocedió asustada y se desplomó en
medio de sus numerosas patitas delgadas. El padre, menos impresionable, lo
amenazó con las tenazas de su boca: en sus ojos brillaba un sincero deseo de
devorarlo.
Corpúsculo
luon
El luon es un corpúsculo que, en reposo, vive
4.30 microsegundos. Sometido a una velocidad cercana a la de la luz en el
vacío, apenas envejece .43 microsegundos en el instante en que los luones
inmóviles, al terminar su período vital, ya han desaparecido.
La
tierra cóncava
Antes de internarse en el Polo Sur, de donde
ya no regresaría, el capitán francés Justin Prérogue escribió en su bitácora:
“Y declaro que la tierra es cóncava, que el cielo no es infinito, sino
circunscrito, que el Sol es un guijarro ignífero situado en el centro de la
Tierra, que las estrellas son chinas brillantes que forman parte del gas que llena
el interior del globo, que lo que llamamos planeta son pequeñas esferas de
piedra, huecas también, y que en el interior de cada una de ellas existe otro
mundo, por lo tanto, concluyo que nuestra propia esfera terrestre está
contenida dentro de otra más grande, dotada ella misma de un universo
particular, y así sucesiva e infinitamente”.
Historia
de muñones
Al despertar una mañana e intentar calzarse
las botas, se dio cuenta de que había amanecido sin pies: en su lugar
sobresalían dos perfectos muñones. Ahora pasa los días sentado en un sofá
frente a la puerta de su casa, mirando a la gente caminar. Su carácter se ha
agriado y le empiezan a brotar ampollas en las nalgas. Un día, al expurgar con
un palillo su oreja, en vez de cerumen extrajo un pedazo de cerebro. Ahora
tiene la mirada perdida y la baba le escurre por la boca. No hay quien lo cuide
y el sillón se halla colmado de mierda y orines. Una mañana amaneció muerto de
inanición, sentado en el sofá, detrás de la puerta de su casa. Su cuerpo fue arrojado
a la fosa común y nunca nadie más se volvió a acordar de él.
La
banda del marro
Era un ladrón, pertenecía a la Banda del
marro. Con un marro quebraba el cristal de las vitrinas y nos apoderábamos de
los relojes más finos. Salía a la calle y caminaba tranquilo al auto que
esperaba. Cuando lo balearon los policías, corría desaforado y pude esconderme
en una finca abandonada. Estaba enroscado como un gusano. Tenía una mueca
terrible. El policía que me encontró tuvo que calmarme y hasta me dio ligeros
golpecitos en la cabeza y en la espalda. El estómago estaba destrozado. Me
oriné en los pantalones. Parecía un niño desvalido. Me subieron a una patrulla
y alcancé a ver cuando lo subían a un vehículo del servicio forense. Era un
hombre cabal, valiente. En vez de correr prefería el enfrentamiento frontal.
Era todo lo que tenía en el mundo. Hubiera preferido estar yo en su lugar.
Todos los textos fueron tomados de Armando
Gutiérrez Méndez, El rehilete, Fictia
Editorial, 2010.
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