Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Durango, México, 1964), maestro, periodista, editor y narrador. Ha publicado las novelas El principio del terror (1999), Juegos de amor y malquerencia (2003) y Parábola del moribundo (2009); los libros de cuentos El augurio de la lumbre (1990), Las manos del tahúr (2006), Polvo somos (2006), Ojos en la sombra (2007), Monterrosaurio (microrrelato, 2008) y Leyenda Morgan (2009); los poemarios Pálpito de la sierra tarahumara (1997), Filius (1997), Salutación de la luz (2001) y Quienes esperan (2002); entre otros libros. Algunos de sus microrrelatos aparecen en la antología La otra mirada (Palencia, España, 2005). Ha ganado los premios nacionales de Narrativa Joven (1989), de novela Jorge Ibargüengoitia (2001), de cuento de San Luis Potosí (2005), de cuento Gerardo Cornejo (2005) y de novela Rafael Ramírez Heredia (2009). Textos suyos han aparecido en publicaciones de México, Argentina y España.
Autobiografía
Fracasé. Soy, como todo el mundo lo sabe, un perfecto desconocido.
Independencia
Tuvo todo para vivir holgadamente el resto de su vida, pero renunció a ese destino tan insípido, tan poca cosa. Hoy, dueño de todos sus movimientos, de toda su hambre, de toda su soledad y de toda su piojosa comezón, era feliz. Tenía ya el inmenso lujo de vivir sin ningún lujo.
Contra tirios y troyanos
Para cerrar con broche de oro, todos pusieron su granito de arena con el fin de erradicar —costara lo que costara, de una vez por todas, contra viento y marea, sin dar ni pedir cuartel— los lugares comunes.
Silencio
Con Sangre en el río, novela de 800 páginas, continuó la saga de los Bermúdez Luquín que comenzó hace veinte años. Aparecieron en ese lapso Familia en el abismo, Bosque de maldad, La espera taciturna, Cartas al vacío, Víspera de la ambición, Territorio enemigo, La puerta inexistente, Límites del encono, Marejada, Rojo en la niebla y Humo violento, novelas que ya configuraban, todas juntas, un mundo narrativo de dimensiones balzaquianas, diez mil páginas de violencia, amor, celos, heroísmos y traiciones en torno a los miembros de la familia Bermúdez Luquín. Para escribir eso necesitó silencio, soledad, aislamiento pleno. Siempre fue un hombre de pocas palabras.
Curso de ética
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Durante las primeras diez sesiones el profesor se dedicó a explicar que la delación era una de las manifestaciones más abyectas de la conducta humana. Los alumnos aprobaron el primer examen y el aprovechamiento fue total: las calificaciones no bajaron del 9 (nueve). Luego el maestro abordó otros temas: la mentira, la venganza, la irresponsabilidad. Lamentablemente, esos tópicos apenas fueron sobrevolados y la mayoría de los alumnos acusó notables tropiezos, y resultó entonces previsible que en los siguientes exámenes parciales se dieran caídas casi irreparables. Pero la nota final tuvo una posibilidad de mejoría. El profesor de ética reunió a los alumnos reprobados y, con voz suave, con ademán cómplice, persuasivo, les indicó que para salvar la materia podían llevarle, cada uno, mil pesos en efectivo. No hubo titubeos. Los alumnos desfilaron por el departamento del profesor y nadie osó denunciar a su maestro. Los alumnos aprendieron muy bien la primera parte de su clase: la delación es una de las manifestaciones más abyectas de la conducta humana. Gracias a eso rescataron una nota final satisfactoria y el curso les dejó, como era de esperar, una lección indeleble.
Durante las primeras diez sesiones el profesor se dedicó a explicar que la delación era una de las manifestaciones más abyectas de la conducta humana. Los alumnos aprobaron el primer examen y el aprovechamiento fue total: las calificaciones no bajaron del 9 (nueve). Luego el maestro abordó otros temas: la mentira, la venganza, la irresponsabilidad. Lamentablemente, esos tópicos apenas fueron sobrevolados y la mayoría de los alumnos acusó notables tropiezos, y resultó entonces previsible que en los siguientes exámenes parciales se dieran caídas casi irreparables. Pero la nota final tuvo una posibilidad de mejoría. El profesor de ética reunió a los alumnos reprobados y, con voz suave, con ademán cómplice, persuasivo, les indicó que para salvar la materia podían llevarle, cada uno, mil pesos en efectivo. No hubo titubeos. Los alumnos desfilaron por el departamento del profesor y nadie osó denunciar a su maestro. Los alumnos aprendieron muy bien la primera parte de su clase: la delación es una de las manifestaciones más abyectas de la conducta humana. Gracias a eso rescataron una nota final satisfactoria y el curso les dejó, como era de esperar, una lección indeleble.
1 comentario:
Excelentes textos.
Espero no lo tengan fuera de la nomenklatura como se acostumbra en todo lo cultural en México.
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