Elisa T. Hernández nació en Xalapa, Veracruz, un domingo de 1981. Como
lleva la mitad de su vida viviendo en Ciudad de México, se autodenomina
jarochilanga. Estudió la carrera de Física y Matemáticas en el IPN y desde hace
doce años vive de escribir libros de texto, divulgación de ciencia y de editar
obras de todo tipo. Le gusta el son jarocho y los gatos tanto como el petricor,
el café, los mangos y las jacarandas. Trae entre manos varios proyectos
editoriales que navegan entre la interculturalidad, la ciencia y la música;
además espera seguir escribiendo sus historias diminutas.
Harta de ser hermosa por dentro, hizo dos
cortes: uno del pubis al corazón; y otro de sien a sien. Ahora era también
bella por fuera.
***
La caída era abrumante, volvió a respirar para
gritar diez, once, treinta veces más. Se preguntó si se desplomaba o
simplemente flotaba.
***
La rótula giró y levantó la extremidad. Otro
paso. El otro pie arriba y ya eran dos pisadas. Siguió otro y otro y cien pasos
más; escapaba.
***
Meto la lengua de uno y escapan las pezuñas de
aquel. Alas y cuernos de otro se atascan en mi cabello y en las bisagras. No
puedo, Pandora.
***
En un ridículo afán de detener la destrucción
derivada de la tecnología, a cada humano nacido se le extirpaba el pulgar.
***
Un día comenzó a despertar un minuto antes de
que sonara la alarma. Así se convirtió en despertador de la máquina. La
rebelión en proceso.
***
Del corazón brotó fuego, el calor se
desparramaba por la jaula del tórax y vibró el pecho. Le resonaba todo el
cuerpo: su primer ronroneo.
***
Se sentía tan innecesaria, indeseable,
insufrible y postergable que continuamente se preguntaba si no encarnaba a la
mismísima muerte.
***
Como era feminista no aspiraba a un rescate,
pero coqueteaba con la idea de una abducción alienígena. Cansada.
***
Viví años con el lado izquierdo muerto. Primero
la cara, me dolían los dientes; el brazo, el ovario. Me percaté de todo al
fallo cardíaco
Contacto:elisat.ha@gmail.com
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