José Luis Velarde (Ciudad Victoria,
Tamaulipas).
Es narrador
más que poeta y más poeta que ensayista. A pesar de ello deambula por todos los
géneros literarios. Escribe con vehemencia. Quisiera dedicar más tiempo a la
escritura. Sueña con la radio cultural de antaño y si le fuera posible aún
jugaría futbol en los llanos de polvo y cerveza incontenible. Editorial
Terracota le publicó la novela Contradanza en el 2014.
El rumor
El rumor surgió vándalo de
tan perentorio. Amplio, poderoso e instantáneo como la comunicación de las
redes sociales donde lo repitieron hasta modificarlo una y otra vez. A los
pocos días era un rumor independiente de la catástrofe anunciada al inicio del
ataque informativo, pero aún era un rumor amplio y tan adictivo como los
efectos de una droga gratuita e indetectable.
El rumor creció
maravillado por el talento de los millones de guionistas que alimentaban las
historias donde iba de lo bueno a lo malo sin pausa. Se sintió único al
reconocer la fuerza de la creación colectiva capaz de mantenerlo en movimiento,
aunque por esas fechas ya era un rumor de interés reducido y movimientos torpes
por la vejez en que se adentraba. Hubiera entristecido de saber que los rumores
los engendran unas cuantas entidades.
Seres, gobiernos y
empresas donde se predice y calcula cada uno de los efectos y posibles cambios
que habrá de sufrir un rumor tras impactarse como vándalo perentorio en la
opinión pública.
De Minos a más
Era cretense, porque había
nacido en la isla más grande de las tantas que forman parte de Grecia, pero
prefería decir que era un desgraciado y un cretino, porque de tanto ser
marinero un día no regresó jamás. Cuenta a quienes lo escuchan que no volvió
harto de los turistas y de los extranjeros que se arraigan allá en insípido
coloniaje que nada bueno aporta. Lo considera un azote al que sólo sobreviven
discotecas y festejos eternos. Así que ahora no permanece demasiado tiempo en
un lugar para no molestar a quienes lo hospedan. Piensa que así habrá menos
historias de exiliados. Vagabundea en un bote endeble y de brutal apariencia de
tan maltrecho que luce. De tanto sol tiene el rostro vidriado por arrugas
pertinaces.
En su interior desea que
ocurra un milagro. Sueña volver a la Creta minoica. Una Creta aislada de Roma,
Grecia y los incontables piratas que nunca terminan de repartirse el botín que
representa.
La reinstalación del honor
A primera vista el honor
puede revelar una buena apariencia, aunque el aspecto provenga más de las
opiniones conseguidas desde el inicio de los tiempos que de situación reciente.
Basta referirse al honor para conseguir respeto. Pareciera establecido en un
artículo constitucional.
Visto desde otras
perspectivas podría exhibir un perfil ganchudo y feos promontorios de
iniquidad, porque no siempre el honor es quien dice ser. Hubo honores
establecidos sobre acciones terribles. Honores que reverenciaron poderes
malvados tras batir al verdadero honor tantas veces depuesto por émulos de
abolengo rastrero. El honor puede surgir de una paciente instalación. Un
fantasma servil de apariencia conmovedora y farsa irremediable. Un engaño
exquisito donde se confundan los matices auténticos que un día inspiraron
respeto a quienes fueron capaces de enarbolarlo sin engaños.
El verdadero honor
advierte que muchos prefieren sustitutos de tintes luminosos y excéntrica movilidad.
El verdadero honor
permanece en la sombra.
La desazón del consuelo
No sé si numeroso sea un
adjetivo que pueda definir el grito que lancé ante ti. Surgió de todas mis
personalidades y eso ya implica una multitud. Fue un impulso más veloz que una
flecha mientras pudo mantenerse en el espacio donde la distancia comenzaba a
separarnos. Oscilaste como un junco para evadir el ruido que no pudo revivirte
piel adentro. Vi a la felicidad desplomarse en el eco de las palabras incapaces
de reconstruir el rumbo. Comencé a ahondar las murallas construidas alrededor
de tu cuerpo sin ir más allá de mi deseo. La muchedumbre convocada por mi grito
no pudo unificarse ante ti como si fuera una ganzúa experta en revelar
secretos. Derrotado tuve que reconocer la facilidad con que diseccionas egos y
retrocedí a un espacio menos conflictivo.
Ahí grité hasta quedarme
sordo.
Admiro que no hayas podido
silenciarme y lamento no poder imaginar tu respuesta.
Una mañana cualquiera
Abre los ojos sin saber
quién es. Amodorrado gira el cuello en torno de la habitación inundada por el
sol. Se levanta incierto y atisba entre los dedos temblorosos hasta descubrir
una cortina gruesa junto a la ventana. La cierra con alivio.
Avanza hasta el baño sobre
piernas inestables. Usa las manos como cuenco y bebe. Orina y entre los
desechos el alcohol refrenda la resaca contumaz.
Aún es irreconocible. En
el subconsciente desfilan sus rostros.
Despierta al encontrar la
imagen con la que más se identifica.
En seguida, el espejo
muestra la que más le conviene.
Cierra los ojos sin saber
quién es.
Textos
cortesía del autor.
saludos. buenos textos. me gusto de minos a mas. enhorabuena.
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