Aldo Flores Escobar (México, DF,
1984). Titulado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México; estudió la
licenciatura en Creación literaria. Acaba de concluir una novela que lleva por
nombre Orgía con las sirenas, y
escribe otra más: Las palabras más cultas;
ambas cimentadas con ficciones súbitas. Algunos de sus cuentos y minificciones
han sido compilados en diversas antologías.
En mayo,
del presente año, publicará Futbol en
breve. Microrrelatos de jogo bonito, antología en la que participan escritores
de quince países del orbe.
[De Orgía con
las sirenas]
Periplo
Sesilu decidió partir de casa, pensó que
alejado de su esposa el deseo de devorarla se iría de su mente. Tomó dirección
hacia el Este y en las praderas de Luzela comió carne de venado, en Zapratia se
alimentó con la del oso; rumbo al Noreste, en el corazón de Califás, los
búfalos y carneros formaron parte de su menú; en la fría región de Carpenia cazó lobos. Una vez que se encontró en el Polo Norte comió
focas, pingüinos y, por supuesto, muchos pescados que hacía tanto tiempo no
había degustado.
Sin embargo, nada lo dejó
satisfecho y no tuvo otra opción que regresar a casa y probar sirenas.
Tardó tres meses en volver a
la Comunidad de los Pescadores, se acercó a la costa en busca de la carne de
sus tentaciones, se asomó hacia el horizonte y contempló que el mar se había
secado.
Canto
de sirena
Se extingue un canto que arponea mi sonrisa,
soy hechizo de un alfarero que me convirtió mitad estatua. ¡Sufro mutaciones de
luciérnaga! Oda a unas piernas que se bestializan toda vez que el mar
convulsiona tempestades.
[De Las
palabras más cultas]
Días de otoño
Vestido con chaleco, pantalón a rayas, portafolio
de piel gastada y lentes cuarteados un gerundio ha pasado el día en busca de un
empleo. La noche le ha caído de golpe, fuma cigarros sin filtro y toma café
doble sin azúcar. Hoy no ha comido y las suelas de sus zapatos se gastarán más,
pues seguirá vagando en busca de un libro de paso, conoce una librería de mala
muerte y quizá en ese almacén de viejo consiga una página suave que lo cobije
mientras llegue el nuevo día.
Campo abierto
Cuando una semiotripía parla con una
semioclasia a menudo la confunde con la semiofisis; por lo regular la tmesis le
recuerda lo craso de su error y justo en ese momento la espaleología interviene
para mencionar que no es prudente andar en casos ajenos, pero las deixis y las
anáforas le reprochan que ella ha intervenido en asuntos que no le
corresponden; entre el cotilleo que va subiendo de tono aparece la etimología
para poner orden y devolver a las palabras a su propio terreno.
La desdicha
Aquel gerundio observa desde el café de
costumbre a las palabras más cultas, aquellas egresadas del diccionario de la
Real Academia de la Lengua, quienes levantan la taza de té con suma elegancia;
mientras que él no puede beber más café, que esta vez pidió simple, su economía
no alcanzó para más; se levanta de la mesa, paga lo que ha consumido mientras
observa de reojo a las palabras más cultas.
2 comentarios:
Estupendos... y muy bien escritos...
Geniales... A.F.E.
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