domingo, 19 de febrero de 2012

Rubén Pesquera Roa


Rubén Pesquera Roa (México, D. F.), Biólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene una fructífera obra de ficción y no ficción diseminada en antologías y manuales de ciencia. Es asiduo colaborador de varios portales de internet. Ha sido coordinador del taller de minificción La Marina.



Otro

El gran desierto de arena no era sino un espejismo de camellos, oasis y bailarinas ventristas. Cuando se dio por vencido, se entregó sin chistar a los lobos de la tundra ártica.


Mirón

Desde la calle, él la observa al trasluz de la cortina, ve cómo se quita el abrigo, los zapatos y el vestido… Cuando queda desnuda por completo, parece flotar entre los vapores del alumbrado público, se dirige a la ventana y se arroja desde el segundo piso. Él alcanza a recibirla pero ella termina de disolverse entre sus brazos.


Génesis

Aún conservaba la esperanza, a pesar de que el nivel del agua nunca dejó de ascender. Hacía tiempo que las cumbres nevadas quedaran en el fondo del mar… Y la monotonía, el horizonte siempre el mismo… Noé moría de fastidio.
Esa mañana nadie creyó lo que se vislumbraba a lo lejos. Sem, Cam y Jafet intentaban describirle a su padre una gigantesca masa de roca sólida a la que se acercaban lentamente. El patriarca se preguntó si el Diluvio habría llegado a su fin.
Cuando el descomunal objeto estuvo cerca, Noé se desplomó exánime y sin fe sobre cubierta, incapaz de asimilar la escena de la Luna flotando en el océano.


Coito

El corazón de Miguel dio un brinco. Su pene perdió la turgencia y un sudor frío y espeso comenzó a escurrirle. Saltó de la cama presa de una mezcla de angustia y terror. Gritó —¡no puedo más, es demasiado! Tengo que dejar de masturbarme así —y siguió escuchando el clamor de la mujer imaginaria.


Alturas

El Tiempo detuvo su fluir en esa carpa que para él era un templo. Ruidos y alientos se convirtieron en sólo un zumbido perpetuo, la atmósfera devino un cuerpo estático y borroso, y aquel aplauso con que lo había recibido el público se petrificó para la Eternidad —casi como él encima del trapecio.
Cuando los zopilotes terminaron de arrancar los últimos pedazos de pellejo seco a los huesos del acróbata, la vida recuperó el ritmo habitual de siempre y dio inicio el intermedio de los payasos….

 [El hipotexto es, por supuesto, "Ein Trapezkünstler", de Kafka"]


Todos los textos fueron tomados de Arca Ficticia.

1 comentario:

joseluis dijo...

Un felicitación muy grande, maestro... Que tu trabajo es grande, aunque guste de mostrarse pequeño.

Un abrazo