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viernes, 11 de octubre de 2024

Mia Amaro


Mia Nallely Amaro Arvizo. 2008. Matamoros, Tamaulipas. Actualmente estudia la educación preparatoria. Su pasión por la lectura comenzó a los 8 años y es en secundaria cuando comenzó a escribir. Actualmente escribe su primer novela.

Contacto: mia.nallel@icloud.com




Una silla


El sudor recorría mi cuerpo, el calor me abrumaba, mi vista borrosa, los abucheos del público, la cuenta regresiva del árbitro es lo último que recuerdo después del golpe que me jodió la carrera. Quizás fue mi orgullo el que me impidió rechazar el combate, siempre supe en el fondo que era imposible ganar contra alguien con esa racha de victorias; por eso me esforcé como nunca, todo para que terminara perdiendo contra una silla.



El bosque


El regreso de mi niña se prolongó. En mi desesperación, le rogué al bosque para que la trajera de vuelta. Lo que me dio en respuesta fue una pequeña capa teñida de rojo.



Llámame


Contesta, por favor; me dijiste que te llamará cuando te extrañará, me prometiste que contestarías sin importar qué tan ocupado estuvieras; cúmpleme, respóndeme, y sal de esa caja de madera que nos separa.



Sed


Dijiste que mi copa nunca estaría vacía porque tú serias mi vino. Ahora, contesta, ¿por qué mi vino está en otra copa?



La espera


Absorta en mis pensamientos no me di cuenta de que llegué a un lugar desconocido, que a la vez me parecía tan familiar. Escuché un leve sollozo. Volteé para buscar su origen; provenía de una pequeña niña sentada en la acera. Cuando le pregunté su nombre, no pude creer su respuesta. Ahora que la miraba bien, era un reflejo de mi infancia. Lo comprendí, esta calle es a la que me escapaba para jugar con los niños del barrio; bueno, cuando podía. No cabía duda de que esa niña era yo. ¿Qué se supone que debo hacer en estos casos? En las películas, cuando pasa esto, uno presume sus éxitos y alienta a su yo del pasado, o le da advertencias y consejos. Si me aconsejara algo, daría igual, seguro lo olvidaría

    ¿Qué puedo hacer por ella? ¿Qué pudiera aconsejar una niña a otra? 

    Y volví a ver a esa pequeña niña triste que solo quería hacer amigos; la recordé cansada de que la dejaran a un lado, esperando siempre con la ilusión de que la invitaran a unirse a ellos, esperando, solo esperando. Suspiré, bajé mi mochila, me agaché a su altura, y simplemente le pregunté: ¿Quieres jugar?


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