Juan Manuel Valero Charvel nació en
la Ciudad de México, el 24 de abril de 1949. Profesor, periodista, divulgador de la ciencia y escribidor. Se hizo divulgador de la ciencia en la
revista Información Científica y Tecnológica, la cual dirigió entre 1984
y 1989. Esa publicación ganó en 1986 el Premio Nacional de Periodismo
Científico. Es autor del libro
de cuentos La rata de la Merced y otras pequeñas atrocidades (ADN
Editores, 1993). El libro obtuvo mención en el premio Casa de las Américas,
Cuba, 1984. Es autor del libro de minificciones Rojo fugaz, inédito. Es coautor del libro Voces y ecos
del 68 (Editorial Porrúa, 2009). Es
coautor de la antología Minificcionistas de El Cuento (Ficticia, 2014). Actualmente,
produce la serie radiofónica semanal de literatura En su tinta. Y dirige
el Taller de Literatura del Instituto de Energías Renovables, de la UNAM.
Fiesta sorpresa
Ayer mi casa era una fiesta. Mis papás invitaron a todo
mundo: llegaron parientes, amigos y vecinos, todos muy bien disfrazados. Hubo
abrazos, café y coca colas. Mi tía Lola recitó algunos versos de Horacio
Quiroga, una prima lejana fingió un desmayo, yo estrené pantalón largo y nadie
me mandó a la cama temprano. Todo, gracias a la muerte repentina de mi
hermanita.
La piscina
Roberto
se sacó la lotería y se volvió loco. Compró una casa de lujo en Acapulco. El
día de la inauguración, llenó la piscina con ron. Necesitó 400 mil botellas de
litro, nada más. La ocurrencia le costó 60 millones de pesos. Acabó con su
efímera fortuna en medio día, sólo por el placer de mirar arder a los invitados
en traje de baño.
Dulce aventura
El niño se escurrió por la puerta de la cocina, a
espaldas de su madre. Bajó las escaleras como un trueno y alcanzó la calle sin
que nadie reparara en su salida. Todo iba bien, ningún vecino espía se cruzó en
su camino. El fin de la operación parecía lo más sencillo: atravesar la avenida
y ganar la otra acera. Desde su posición, podía observar con toda claridad el
mostrador de dulces de la tienda, que desde lejos parecía un enorme cofre de cristal
lleno de joyas y piedras preciosas. El desenlace fue muy rápido: el auto
desapareció dejando a su paso un cuerpo infantil y unas tibias monedas sobre el
pavimento.
Las ranas
Las ranas llegaron a la casa metidas en un frasco.
Pronto se hicieron dueñas de la situación y empezaron a aparecer en los lugares
más imprevisibles. A papá le saltó una en el rostro mientras se rasuraba con su
cara de bobo frente al espejo. Mi hermana pegó un grito tremendo cuando encontró
a otra en el cajón donde guarda sus calzones. Mamá amenazó a papá con el
divorcio sólo porque una pobre rana decidió suicidarse en la olla de los
frijoles. Las dos que me quedan siguen en el frasco, a la espera de que al
enemigo se le ocurra cargarme con algún castigo o afrenta semejante.
Cuarto redondo
La rata entró a la habitación en busca de alimento. Después
de husmear y roer aquí y allá, parecía convencida de la inutilidad de su
inspección. Presa del hambre y recelosa de los ruidos exteriores, emprendió el
camino en dirección a la rendija por la que había entrado. Por azar se topó con
una caja de cartón. Dio algunas vueltas y trepó por un costado hasta ganar el
interior con dificultad. Los alaridos del bebé atestiguaron el delicioso
hallazgo.
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