Esta es una secuencia
cronológica de textos, con algunos intervalos, que surgieron a consecuencia de una traición
amorosa que me llevó a los abismos. Escribía, escribía y escribía. Así me curé
y fui mi propia Sherazade. Son las minificciones del desencanto que en su
interior narran una lucha feroz por volver a encontrarle el gusto a la vida.
Eché mano de mi mundo interno: simbólico y emotivo. Eso fui y eso soy. Escribí
casi muerta y desgarrada y después, poco a poco, me llené de calma. Estos
textos son mi historia.
El demonio de la ira
Hoy soy distinta que ayer.
Hoy soy el más maligno de los seres, el más vengativo y cruel. Soy el demonio
de la ira. Ardo, y salí del infierno. Soy el fantasma que no permitirá que la
impunidad se quede entre los seres humanos. Soy la de las manos llenas de
sangre. La más pasional de las mujeres. Algo dentro de mí despierta y mata con
mil puñaladas: las más certeras, las más profundas.
Pueden desvanecerse ya las
apariciones, las mentiras, el llanto, la muerte, los velos, la locura, el hedor,
la oscuridad, las máscaras, el dolor, las simulaciones, los gritos , la
desesperación, las fracturas y las heridas.
Después del asesinato,
caigo en un letargo y la calma me invade. Envuelta en el aroma de las
madreselvas que trepan en los muros del jardín, miro con placer a las
luciérnagas que alumbran la oscuridad con sus panzas de lamparitas.
Ritual
Llueve incesantemente.
Mientras, una mujer teje su propia vida. Entierra una traición inmerecida en un
cementerio sin cruces ni luces de velas, sin rezos y sin palabras. Ella
recuerda bien cuando se quedó sin sangre, o más bien, el día en que se le
congeló dentro del cuerpo. Enterrada junto a la traición, quedo también la
confianza. Esa tumba está cubierta por una fina gasa blanca, para evitar que ahí
crezca la hierba.
Cerca de ese lugar oscuro
reconoce un camino incierto. Llegará allá, pues la esperan manos amigas que no
van a lastimarla.
Las voces
"¡Si, si, ya lo sé:
es suficiente compañía estar conmigo misma!", me digo. Estoy sola y entre
los callados muros de mi habitación imagino unos brazos ajenos alrededor de mi
cuerpo. De pronto, esa imagen se desbarata y surge una voz que asegura: "A
las mujeres que dejaron atrás su juventud, ya nadie las quiere". Y
entonces veo que la soledad toma la figura de un demonio burlón que baila ante
mis ojos. Con fastidio, le ordeno: "¡Ya, soledad, vete y déjame en paz!".
Al parecer me obedece y se pierde en la oscuridad.
Me doy cuenta que quiero
llorar con todas mis ganas, pero no puedo, sólo me duele la cabeza. Los muros
de mi recámara están callados, pero seguramente han atrapado palabras en algún
momento... ¿Y si las repitieran ahora? Estaría menos sola, pero ciertamente
tendría que ser una esquizofrénica para escucharlas...
En estos momentos me
encantaría tener alucinaciones auditivas y sensoriales; aún a riesgo de que me
llevaran al Fray Bernardino Álvarez. En definitiva, no siento ni escucho nada,
sólo estoy invadida por una soledad lúcida y carente de llanto. ¿Será que me he
secado como una planta a la que le faltó lluvia?
"¡Duérmete ya y deja
de divagar, bien sabes que la soledad hace que uno imagine estupideces!",
me dice otra voz diferente con tono de aburrimiento. No tengo que pensarlo
mucho, la obedezco y decido descansar.
No cabe duda, ésta es una
noche más, igual a tantas otras.
El dragón azul
El silencio me habló sin
palabras y se recostó a mi lado como un pequeño dragón con matices azules.
Replegó sus alas transparentes y se quedó dormido. Lo acompañé en su sueño. En
el calor de mi cama pude arropar bajo mis cobijas también a mis fantasmas; que
se quedaron a mi lado, pegados a mi cuerpo. No era el momento para desear
cercanía humana, ni en lo real ni en lo fantástico. Tal vez ya no me gustan los
seres humanos porque no son de fiar; en cambio, aún confío en los dragones y en
los fantasmas.
A voluntad transformo mi
mundo interior y aunque nunca vi una aurora boreal, la imagino en mi ensueño.
Entonces la desvanezco, para hacer que surja un árbol con hojas de cristal.
Ahora veo que cruzan por el cielo varios pájaros de negro plumaje. Mis imágenes
son también mis premoniciones.
Por favor, que nadie se
acerque, que nadie se atreva a contaminar la pureza de mi silencio.
Agua
Soy un cuenco de piedra
con agua fresca y limpia. Soy un espejo que se agita levemente. Estoy en un
templo budista tibetano. Los monjes se acercan y en ocasiones, sobre mi
superficie, aparecen los reflejos naranjas de sus túnicas. Uno de ellos me
trajo un floreciente loto blanco para que sus raíces se nutrieran de mí. Soy:
Vasija de piedra / agua
transparente / loto en flor
El santuario tiene un
techo alto con un ventanal, por ahí la luna y las estrellas me comparten sus
destellos plateados.
Este comentario llegó a mi correo y lo transcribo porque quiero conservarlo:
ResponderEliminarEl Jueves, 24 de julio, 2014 13:21:06, Antonio Sánchez Rovirosa escribió:
Hola Yola: Leo tus minificciones, las trato de comprender, te trato de entender y al final, las percibo extraordinariamente bellas. Cierto, van a caballo entre el cuento y la poesía que engalana una jinete de profusa emotividad y sinceridad evidente sin límites, Son claros cantos de amor y dolor en el climax de una madurez de sensibilidad extrema, producto del desencuentro de una relación, tal vez mundana, en un submundo en que los jóvenes creen que el amor sólo les pertenece a ellos y que son ellos los únicos capaces de sentir lo que, desde luego, todo ser humano sentimos de entrada por igual. Indefinible, inefable es el amor a cualquier edad, los elementos químicos, la conciencia, el espíritu, el corazón, se conjugan completos para responder a un sentimiento supremo: el Amor. Y, ¡bueno! Amiga, vaya manera de resolver aquella ansia, sin ingresar, como dices, al "Fray Bernardino Álvarez", cuánto humor te concedes asimismo. Vaya forma de encontrarle nuevo el sentido a la vida, a esta vida que es tan bella y, sin embargo, en ocasiones también muy sufrida. Me gusta como escribes, tu prosa es impecable y elegante. La fuerza dramática la haces sentir y el ritmo tiene una cadencia agradable. Eres como tú eres Yola, inteligente, sensible, cordial, e igualmente importante: ¡tienes talento¡ Me da enorme gusto ser tu amigo. Te admiro y bien sabes que te quiero mucho. ¡Felicitaciones! Te abrazo con cariño, Antonio.
Comentario en el correo:
ResponderEliminarLuis H. Carmona y Galindo
26 de jul.
Lucero tiene toda la razón del mundo. al decir que tus minificciones son conmovedoras. abres tu alma de par en par para expresar sentimientos que sin duda deben haber sido dolorosos, pero la manera en que los expresas, a pesar del dolor, son casi gozosas.
Tu prosa es bella, es elegante se desliza uno sobre ella como sobre cúmulos de nieve y recién empieza uno a leer, cuando ya se terminó el texto. Se lee en un suspiro, pero como en un suspiro, se siente también toda la carga emocional que conllevan esos bellos textos y que te sacuden de pies a cabeza como la tormenta sacude a la barca.
Yola, esos textos me encantaron, son una joya de emociones diversas que casi, por lo que dices pudieron haberte llevado casi al paroxismo del dolor más profundo que se puede sentir.
Me encantó la oportunidad de haberlos podido leer y disfrutarlos con emoción.
Te mando un abrazo y un beso muy cariñosos.
Luis