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lunes, 10 de febrero de 2014

Javier Zúñiga Monroy


Javier Zúñiga Monroy. Narrador. Puebla, Pue. México (1975-2023) Ha publicado en diversas revistas y  suplementos literarios de publicaciones periódicas. Profesor de literatura erótica y editor. Realizó estudios de Lingüística y literatura hispánica en la BUAP. Tiene publicado el libro Perdurable Memoria (Estratega Ediciones, 2008), conjunto de mini ficciones y relatos experimentales. Ha sido incluido en la antología Alebrije de palabras: Escritores mexicanos en breve (BUAP, 2013).



Mandraco

La necedad es la necedad en todas las épocas.
Cuentan que Mandraco, pariente muy lejano de Ícaro, quiso reintentar el vuelo. Consciente del fracaso de su antecesor tomó clases de natación y buceo, además de proveerse de equipo aerodinámico y actual. Esperó un día sin nubes y viento escaso. Sabía que el sol no podía deshacer sus alas de platino recién lustrado, ese era mito para niños. Los propulsores elevaron su frágil cuerpo. Mandraco voló y tuvo la oportunidad de reírse de Ícaro, el caduco Ícaro. La fricción, contra las capas superiores de la atmósfera, lo envolvió en un destello y así, a medio tostar, cayó al mar tranquilo y translúcido del Caribe. Resignado puso en práctica las clases de natación. Pensaba en otra oportunidad.
No contó con los tiburones.


Lázaro

Cuando Lázaro me preguntó sobre la existencia de un mundo fantástico, le dije que mirara a nuestro alrededor. Luego, de común acuerdo, ambos despertamos.


Ángel caído XXVII

Bebí más de la cuenta. Juro que el brindis lo planeó mi Padre para celebrar el acomodo de los mares y la tierra, la separación de la oscuridad y la luz. Él era quien nos servía enormes copas de vino oscuro y dulce. Él era quien nos provocaba con su chocarrera desfachatez de jactarse de sus poderes de creación, y luego dijo que los demás somos los orgullosos y pretensiosos. Juro que las tres cachetadas que le di fueron sólo para bajarle los aires de vanidad que nos ahogaban en el cielo.
La reunión se fue al desastre después de eso. Fui arrojado de cabeza al abismo.
Hay quien dice que ya todo estaba planeado, como la invención del vino; otros dicen que la semilla de la rebeldía ya estaba en mis carnes.
Yo aseguro que si no fuera por el vino, hubiera podido tolerar su arrogancia, como ya lo había soportado durante siglos. Bendigo la intolerancia de mis genes.
De nada me arrepiento.


Honradez

Alerta, se encontró el cerrajero capaz de devolver el hermetismo a la caja de Pandora. Favor de regresar todos los males a su legítimo dueño. Prohibido quedarse alguno: son propiedad privada.


Averno

Cerbero, permite el ingreso al infierno del Dragón, para que al fin more allí algo que no sea fantasía.



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