Óscar Garduño (Ciudad de México, 19 de marzo 1977) ha escrito para distintas revistas y suplementos culturales.
Ocasional encuentro
Espera un poco: voy tras de ti y sólo necesito una pista, un parpadeo, un estirar tu brazo hasta que tu mano toque la mía. Espera un poco: habré de llegar pronto, quizás sin que lo notes, quizás pase de frente. Espera un poco: ya no estoy.
Golpe de estado
Me inclino sobre tus labios y contemplo, tras de los montes, tu mirada. Luego desciendo por tu cuello, avanzo y llego hasta las medias lunas de tus pezones. Proclamo una ficticia conquista, pues en cuanto caminas, das unos cuantos pasos, caigo en picada hasta el suelo, me convierto en suspiro, olvidas mi nombre.
Gigante
Todo será chiquito. Los hombres serán hormigas. Con los edificios no tendré problemas: voy a brincarlos. ¡Voy a ser un Gigante!, cuando extienda mis brazos podré tocar la luna y el sol. Ahora que lo pienso: si la luna es de queso le voy a dar tres mordidas. Con el sol voy a tener cuidado, no vaya a ser que me queme.
Todas las distancias se me van a hacer cortitas. Estaré en casa de papá y en casa de mamá en tan sólo unos segundos. ¡Ya sé! Voy a cargar a mamá en mis hombros para que conozca la ciudad desde arriba; con papá voy a hacer lo mismo. Quizás y sí cambian de opinión. Cuando mamá me lo pida, estoy seguro, voy a dar un paso para dejarla en casa de papá y que por fin hagan las paces y se vuelvan a dar besitos. No quiero escuchar más gritos, más platos rotos. No quiero abrazar a mamá mientras corre a papá de la casa.
Pero cuando Joaquín salió a la calle, nadie creyó que era un Gigante. Sus amigos se burlaron, le lanzaron piedras y chicles masticados, le picaron los ojos y le decían que su nariz crecería mucho por mentiroso.
Joaquín se asustó. Imaginó que su nariz era tan, pero tan grande, que salía por la ventana de su recámara y llegaba hasta los árboles del parque de enfrente.
Subió a lo alto de un edificio, extendió los brazos al frente, dio un paso, luego otro y cayó.
Ahí estaban frente al cadáver sus papás, por fin juntos, abrazando el cuerpo del Gigante que resbaló al saltar.
Los gusanos
¡Mi hermanastra es una pesada!, me molesta a cada rato, dentro de la casa, cuando salgo se asoma por la ventana y no me quita la mirada de encima, no deja de perseguirme con esos ojotes que parecen de loca. ¡Basta!, llego a la esquina, volteo, ahí está, asomada, espiándome, decido ir al terreno baldío y entonces corro con todas mis fuerzas, corro hasta que desaparece, hasta que sus ojos ya no me encuentran.
Me gusta ver cómo aparecen. Son lentas. Pero cuando uno las ve corren a ocultarse entre la hierba. ¡Lástima!, piensan construir unos edificios aquí y ya no las podré ver.
¡Es una malvada!, dijo que yo había roto su cuaderno de matemáticas y mi madrastra se enojó mucho y me jaló de las orejas. “Esto es para que aprendas a decir la verdad”. Ella se reía de mí.
Luego por las noches entra a mi recámara, se sienta en la orilla de la cama y dice: “te vas a morir un día de estos porque los niños tontos se mueren rápido, te van a salir gusanos blancos por la nariz, por los ojos, y tu panza se va a retorcer como chicharrón.” Grito que me deje en paz y escondo debajo de las cobijas. Me destapo. Ella ya se fue.
No puedo dormir. Me imagino dentro de un féretro con cientos de gusanos saliendo de mi nariz, de mis ojos. Mi papá es un fantasma y llora; mi madrastra no llora porque felicita a ella por ese diez que sacó en la escuela. “Yo creo que te escogen para abanderada de la escolta”.
El otro día la vi cerca del terreno baldío. Cuando se fue me acerqué y encontré dos ratas muertas. Todo ese día anduve triste.
Salieron de compras. Decidí meterme debajo de su cama y encontré un botecito con polvo negro. Ellas regresaron… ¡fiuuu!, tantito más y me cachan.
Sin que mi madrastra se diera cuenta eché el polvo negro dentro de la olla de la sopa.
Hoy no voy a comer.
Sacaron espuma por la boca y los ojos se les pusieron amarillos. “Los gusanos les van a salir a otras”.
El resto de la tarde comí palomitas y vi televisión, tranquilo, sabía que los gusanos ya no me iban a salir a mí.
La vida es sueño
Tras estudiar la relación de Dios con el mundo, Don Pedro Calderón de la Barca llegó a la conclusión que la vida es sueño. No hay que leer la obra para asegurarnos que tan ciertas son sus palabras, nos basta y sobra con vivir cada una de sus pesadillas.
Contacto: carabanche30@hotmail.com
Me quedo con el gigante. emociona, hay ternura y dolor, en el útimo la maldad se escenífica excelente... un abrazo Rub
ResponderEliminarHay un breve poema de Eduardo Casar que dice así:
ResponderEliminarLa vida
La vida es sueño.
Lo prueban
las pesadillas que vivimos.
Se encuentra en su "Ontología personal" CONACULTA 2008 página 21.