Páginas

sábado, 19 de febrero de 2011

Fernando Sánchez Clelo


Fernando Sánchez Clelo nació en la ciudad de Puebla en 1974. Es egresado de la Maestría en Estética y Arte, así como del Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica de la Universidad Autónoma de Puebla. Asistió a talleres de creación literaria con escritores como Guillermo Samperio y Mónica Lavín.
Es autor de los libros de ficción breve No es nada vivir (BUAP-Siena Editores, 2005), Jauría (Universidad Veracruzana, 2007) y Cuentomancia (BUAP, 2008), libro escrito con el auspicio del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla en su versión 2007.
En 2011 publicó el libro de cuentos titulado No se acaban las calles (BUAP). Actualmente se desempeña como editor en prensa.



El regreso I

Después de todas las tribulaciones vividas durante los últimos años, Ulises se siente cada vez más cerca de Penélope. Mira nostálgico el paisaje con lágrimas en los ojos, está feliz y no puede contenerse.
―Ítaca… ¡Ítaca! ―grita conmovido.
―Esto no es Ítaca, señor ―le dice un hombre desde una carreta.
―¿Qué lugar es este? ―pregunta alterado.
―¡Esto es Comala señor, Comala! ―contesta el arriero Abundio mientras se aleja.
Ulises, desconsolado, comprende que una nueva odisea está por comenzar.

(No es nada vivir, BUAP 2005)


Estampa mexicana

El telón sube. En el escenario, los revolucionarios y los federales se despedazan bravos. Tras bambalinas, sus sendos caudillos los dirigen a ofrendar la vida por la justicia social legada a su descendencia que, fervorosa, aplaude desde las butacas. Los recordarán con himnos y ceremonias: sangre heroica que nutrió a la nación.
En la taquilla del teatro, alguien cuenta y apila sus ganancias. Silencioso.

(Jauría, Universidad Veracruzana, 2007)


Atlántica

Para Alberto Chimal

La creciente sorpresiva del río se llevó a mi hermano pequeño en su cuna, a mi abuela en la mecedora, y a mis padres haciendo el amor en la cama. Alcancé a subir al techo, donde los despedí agitando mi playera blanca al aire, mientras me gritaban que cuidara la casa.
No supe quién era el viejo barbudo que la inundación trajo conmigo al techo. Se entercó con la idea de que le construyera un arca de tantos pies de largo, alto y ancho: no dejó de exigírmelo ni para dormir. Su voz pastosa era irritante. Me visualicé escapando sobre la mesa, pero debía cumplir el encargo familiar. Afortunadamente, con un ropero flotante construí algo que nos dejó satisfechos al anciano y a mí: por fin zarpó en su féretro náutico, dichoso de salvar parejas de insectos.

(Cuentomancia, BUAP 2008)


Miedo

El hombre translúcido se sentó en la cama para acariciar el cabello del niño pecoso. Su voz era cavernosa.
―La gente nos tiene miedo, pero no es porque seamos fantasmas. Es la naturaleza del ser humano tener miedo; temen hasta a lo que no les puede dañar.
―¿Entonces, no es como dice mi primo, que hay que morir de miedo cuando ustedes aparecen?
―No hay motivo para eso.
El niño cerró los ojos tranquilamente, respiró y se desvaneció en una estela de polvo refulgente. El hombre tuvo un escalofrío.

(2010)


Fotrografía de Mónica Carrasco.

2 comentarios: